Por Fernando Casanova
Esta fue la triste respuesta que dio el presidente Medina ante el cuestionamiento de qué hará con tantos escándalos de corrupción, de declaraciones de bienes falsas, y del archivado de expedientes criminales. Y él, que anunció en su toma de posesión que sería suficiente el rumor público para tomar acciones, lo que responde es esa insensatez.
El descaro se ha convertido en parte de la cultura de estos tiempos. A las mezquindades financieras las pueden superar las mezquindades políticas, “la cachaza”, como diríamos aquí. No podíamos creer que el embajador dominicano en España estuviese intentando dejar en herencia el cargo a su hijo. Aquello era inconcebible, no podía ser, tanto descaro; pero sí, lo era. El intentar dejar en herencia una embajada demuestra que los fanáticos y los últimos de las clases siempre actúan llenos de seguridad, y proclaman en voz alta y repetidas veces las grandes calidades de sus intereses, mientras que la gente más sabia y educada siempre está llena de dudas, y piensa demasiado para unirse a un grupo o para proclamar una idea.
Hoy y aquí, el planteamiento platónico basado en la dignidad humana, encuentra su alter ego en otra corriente, de fuerte presencia en el servicio exterior dominicano, y en la designación de algunos “diplomáticos”; parece un ensayo o experimento sobre las llamadas teorías del desprecio a los otros, y la del Botín de Guerra.
Danilo Medina, con las recientes actuaciones, lo de César Medina y los discursos en el último congreso peledeísta, está en su tiempo; pero no está a su altura. Si damos un simple vistazo al zoológico político estatal veremos que los que más ruidos y trapicheos han hecho, y que son los que nunca han hecho nada positivo al país, son los que desde hace tiempo están administrando las mieles del Presupuesto Nacional a sus anchas. El hombre, que ya no es un ser natural sino una anomalía, un monstruo de la naturaleza comparado con las otras especies vivientes, persiste en sus errores, persiste en andar en círculo en sus obsesiones y adicciones más perversas.
Hacer lo que nunca se ha hecho fue una gran frase mercadológica. Tan buena que tendrá que arrastrarla todo su período de gobierno, que según dio a entender Leonel Fernández en el VIII Congreso Norge Botello, solo llegará hasta el 2016. Lo que nunca se ha hecho es organizar un gabinete en base a méritos profesionales y resultados demostrables. Lo que nunca se ha hecho en este país, y que el país necesita a gritos que se haga, es que el presidente electo asuma que mintiendo, tarde o temprano uno u otro pedirá su sangre.
Esta fue la triste respuesta que dio el presidente Medina ante el cuestionamiento de qué hará con tantos escándalos de corrupción, de declaraciones de bienes falsas, y del archivado de expedientes criminales. Y él, que anunció en su toma de posesión que sería suficiente el rumor público para tomar acciones, lo que responde es esa insensatez.
El descaro se ha convertido en parte de la cultura de estos tiempos. A las mezquindades financieras las pueden superar las mezquindades políticas, “la cachaza”, como diríamos aquí. No podíamos creer que el embajador dominicano en España estuviese intentando dejar en herencia el cargo a su hijo. Aquello era inconcebible, no podía ser, tanto descaro; pero sí, lo era. El intentar dejar en herencia una embajada demuestra que los fanáticos y los últimos de las clases siempre actúan llenos de seguridad, y proclaman en voz alta y repetidas veces las grandes calidades de sus intereses, mientras que la gente más sabia y educada siempre está llena de dudas, y piensa demasiado para unirse a un grupo o para proclamar una idea.
Hoy y aquí, el planteamiento platónico basado en la dignidad humana, encuentra su alter ego en otra corriente, de fuerte presencia en el servicio exterior dominicano, y en la designación de algunos “diplomáticos”; parece un ensayo o experimento sobre las llamadas teorías del desprecio a los otros, y la del Botín de Guerra.
Danilo Medina, con las recientes actuaciones, lo de César Medina y los discursos en el último congreso peledeísta, está en su tiempo; pero no está a su altura. Si damos un simple vistazo al zoológico político estatal veremos que los que más ruidos y trapicheos han hecho, y que son los que nunca han hecho nada positivo al país, son los que desde hace tiempo están administrando las mieles del Presupuesto Nacional a sus anchas. El hombre, que ya no es un ser natural sino una anomalía, un monstruo de la naturaleza comparado con las otras especies vivientes, persiste en sus errores, persiste en andar en círculo en sus obsesiones y adicciones más perversas.
Hacer lo que nunca se ha hecho fue una gran frase mercadológica. Tan buena que tendrá que arrastrarla todo su período de gobierno, que según dio a entender Leonel Fernández en el VIII Congreso Norge Botello, solo llegará hasta el 2016. Lo que nunca se ha hecho es organizar un gabinete en base a méritos profesionales y resultados demostrables. Lo que nunca se ha hecho en este país, y que el país necesita a gritos que se haga, es que el presidente electo asuma que mintiendo, tarde o temprano uno u otro pedirá su sangre.
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