Wynne no logró beneficiarse de su idea. Según su hija Catherine, el inventor consultó a su jefe si merecía la pena patentarlo y éste le dijo que no. |
Con forma de diamante, tenía 31 definiciones además de una palabra ya escrita: “Fun” (Diversión), y esta instrucción: “llene los pequeños cuadrados con palabras que se adecúen a las siguientes definiciones”. Aunque a finales del siglo XIX ya había habido en varios países europeos algunos intentos muy primitivos que no tuvieron continuidad, el invento de Wynne reunía todas las características de los crucigramas modernos. El juego fue un éxito inmediato y comenzó a aparecer de forma habitual en la sección de pasatiempos de la edición dominical del diario.
Otras publicaciones copiaron la idea y en pocos años los crucigramas hicieron furor, generando con el tiempo todo tipo de variantes y modalidades (autodefinidos, crucigramas blancos...). En 1924 Richard Simon y Lincoln Schuster editaron el primer cuaderno exclusivamente con crucigramas, después de que la tía del primero, muy aficionada al juego, preguntase a su sobrino si no existía uno que pudiera regalar a una amiga.
Viendo que había un nicho de mercado, Simon y su amigo se lanzaron a la aventura editorial, y su éxito fue tan grande que la pequeña compañía que crearon acabó convirtiéndose en el gigante de la edición de libros Simon & Schuster.
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