Por RAFAEL MOLINA MORILLO
Entre las preguntas que una mujer puede hacer a su marido o compañero hay algunas que parecen inofensivas, pero que son sumamente peligrosas y hay que tener mucho cuidado al contestarlas.
Si ella pregunta, por ejemplo: “¿En qué estás pensando ahora?”, la respuesta apropiada tiene que ser: “Excúsame, querida, estaba reflexionando sobre lo cálida, maravillosa, cariñosa, profunda e inteligente mujer que eres, y lo dichoso que soy por haberte conocido y poder contar contigo”. Pero no se le ocurra decirle la verdad, que puede ser una de éstas:
a)- “Estaba pensando en lo gorda que te estás poniendo”.
b)- “Calculaba qué haría con el dinero de tu seguro de vida”.
c)- “Me preguntaba por qué Juan no me ha llamado para el juego de dominó”.
Y la peor respuesta sería: “Si yo hubiera querido que tú supieras lo que estaba pensando, te lo hubiera dicho”.
Otra posible pregunta: “¿Tú me quieres?”. Respuesta apropiada: “¡Sí!” (Y todavía mejor: “Sí, mi amor, mi vida, mi cielo)”. Respuestas inapropiadas:
a)- “Eh… ¿cómo?… Oh, sí, sí… creo que sí”.
b)- “¿Te haría sentir mejor si te dijera que sí?”
c)- “Eso depende de qué tu entiendes por querer”.
d)- “¿Tiene eso tanta importancia?”
e)- “¿Quién? ¿Yo?”
Si ella pregunta “¿Estoy gorda?”, la respuesta tiene que ser un enfático: “¡Desde luego que no!”, pero jamás responda:
a)- “¿Comparada con qué?”
b)- “No diría que estás gorda, pero tampoco estás muy delgada, que digamos”.
c)- “Bueno, ahora que lo dices, unas libritas menos no te quedarían mal”.
d)- “Las he visto más gordas que tú”.
Otra pregunta ganchosa es: “¿Qué harías si yo me muero?”. Como quiera que se conteste, traerá nuevos interrogatorios, como por ejemplo en este diálogo:
Ella: “¿Te casarías otra vez?”
El: “Definitivamente, no!”.
- “¿No te gusta estar casado?”
- “ Claro que sí”.
- “Entonces, ¿por qué no te casarías otra vez?”
- “Está bien, me casaría otra vez”.
- “¡Anjá! Eso lo sabía yo. ¿Y vivirías en la misma casa que yo he vivido?”
- “¿Y dónde más iba a vivir?”
- “¿Y quitarías mis retratos, y moverías todos los muebles!”
- “Bueno… yo no sé… Mira, lo mejor será que yo me muera primero”.
(Yo creo, sinceramente, que eso es lo más conveniente que pueda suceder).
Entre las preguntas que una mujer puede hacer a su marido o compañero hay algunas que parecen inofensivas, pero que son sumamente peligrosas y hay que tener mucho cuidado al contestarlas.
Si ella pregunta, por ejemplo: “¿En qué estás pensando ahora?”, la respuesta apropiada tiene que ser: “Excúsame, querida, estaba reflexionando sobre lo cálida, maravillosa, cariñosa, profunda e inteligente mujer que eres, y lo dichoso que soy por haberte conocido y poder contar contigo”. Pero no se le ocurra decirle la verdad, que puede ser una de éstas:
a)- “Estaba pensando en lo gorda que te estás poniendo”.
b)- “Calculaba qué haría con el dinero de tu seguro de vida”.
c)- “Me preguntaba por qué Juan no me ha llamado para el juego de dominó”.
Y la peor respuesta sería: “Si yo hubiera querido que tú supieras lo que estaba pensando, te lo hubiera dicho”.
Otra posible pregunta: “¿Tú me quieres?”. Respuesta apropiada: “¡Sí!” (Y todavía mejor: “Sí, mi amor, mi vida, mi cielo)”. Respuestas inapropiadas:
a)- “Eh… ¿cómo?… Oh, sí, sí… creo que sí”.
b)- “¿Te haría sentir mejor si te dijera que sí?”
c)- “Eso depende de qué tu entiendes por querer”.
d)- “¿Tiene eso tanta importancia?”
e)- “¿Quién? ¿Yo?”
Si ella pregunta “¿Estoy gorda?”, la respuesta tiene que ser un enfático: “¡Desde luego que no!”, pero jamás responda:
a)- “¿Comparada con qué?”
b)- “No diría que estás gorda, pero tampoco estás muy delgada, que digamos”.
c)- “Bueno, ahora que lo dices, unas libritas menos no te quedarían mal”.
d)- “Las he visto más gordas que tú”.
Otra pregunta ganchosa es: “¿Qué harías si yo me muero?”. Como quiera que se conteste, traerá nuevos interrogatorios, como por ejemplo en este diálogo:
Ella: “¿Te casarías otra vez?”
El: “Definitivamente, no!”.
- “¿No te gusta estar casado?”
- “ Claro que sí”.
- “Entonces, ¿por qué no te casarías otra vez?”
- “Está bien, me casaría otra vez”.
- “¡Anjá! Eso lo sabía yo. ¿Y vivirías en la misma casa que yo he vivido?”
- “¿Y dónde más iba a vivir?”
- “¿Y quitarías mis retratos, y moverías todos los muebles!”
- “Bueno… yo no sé… Mira, lo mejor será que yo me muera primero”.
(Yo creo, sinceramente, que eso es lo más conveniente que pueda suceder).
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