José Roberto Alves Freitas tiene el mayor acervo de discos de vinilo del mundo. Posee más de cinco millones de ejemplares
Por GABRIELA COLICIGNO
José Roberto Alves Freitas tiene el mayor acervo de discos de vinilo del mundo. Pero no lo admite. “Puede que alguien descubra una colección mayor que la mía, no puedo hacer este tipo de afirmación”, asegura este brasileño de 62 años, conocido como Zero Freitas. Lo cierto es que es difícil que alguien posea más de cinco millones de vinilos. “Si se calcula de forma más precisa, puede que sean seis o siete millones”, baraja.
La pasión de Freitas por la música le viene de niño, por influencia de su madre. A los cinco años, sus padres le regalaron un tocadiscos y un piano. “Me fascina hallar nuevos discos, como unos evangélicos que acabo de recibir. Son de pequeñas iglesias, cantantes desconocidas e incluso misas”, comenta. “El mes pasado recibí un vinilo en el que estaba escrito Dios salve el América, campeón de la ciudad en 1960. Creo que ni los hinchas más fanáticos de este equipo de fútbol carioca lo conocen”, añade. Eso es lo que impulsa su proyecto personal: la voluntad de conocer más la historia brasileña a través de los discos.
El empresario tiene repartidas las obras en distintos lugares: por ejemplo, 100.000 ejemplares, sus preferidos, se encuentran en su casa; otros 500.000, en un gran almacén de la zona oeste de São Paulo, donde también tiene un estudio. La mitad ya está catalogada. EBay, la web estadounidense de compras online, fue una de las herramientas que propició que creciera su colección. La mitad proviene de donaciones de todas las partes del mundo, sobre todo de Estados Unidos. Su objetivo es terminar de catalogar los discos para luego dejarlos disponibles a todos los ciudadanos. “Así podrán contactarnos en caso de que busquen algo que no encuentran”, explica Freitas. No se trata de crear una biblioteca de préstamos, sino de que los que necesiten determinadas obras puedan tenerlas en formato digital. Considera que puede ser útil para quienes estén buscando una canción; a los artistas que no tienen su propio material o también a estudiantes de la cultura brasileña. Todo ello está disponible gratis. El interesado verifica si la canción o el disco está disponible y contacta para lograr una copia digital.
El proceso requiere también obtener los derechos de autor. “Solo podemos liberar el audio digitalizado con el consentimiento del artista”, aclara. Freitas asegura que si algún artista o grupo no quiere que sus obras estén abiertas al público, podrán retirarlas. “Los discos seguirán guardados aquí”, matiza.
Para profundizar en la preservación de la música brasileña, un grupo de estudiantes de Historia trabaja en la catalogación de los discos, unos 1.000 a diario: “En dos turnos, con ocho becarios cada uno”, explica Freitas. A pesar del ritmo, el depósito de discos no deja de crecer. “La catalogación es muy sencilla: solo el nombre del disco, artista y grabadora, además de notas de detalles, dedicatorias o alguna peculiaridad”, cuenta. El problema es cuando no consiguen entender quién es el artista o cómo se llama el disco, sobre todo cuando están escritos en ruso, japonés o alemán. En casos extremos, cuando no encuentran la información sobre el disco en Internet, es Freitas quien decide cómo catalogarlo.
Pese a su vasta colección, Freitas pocas veces viaja para comprar vinilos. Cuando se desplaza, dice, busca quedarse lejos de las tiendas de discos. Si acaso, se lleva algunos discos compactos. También los colecciona: tiene unos 100.000.
Por GABRIELA COLICIGNO
José Roberto Alves Freitas, con su colección de vinilos. |
La pasión de Freitas por la música le viene de niño, por influencia de su madre. A los cinco años, sus padres le regalaron un tocadiscos y un piano. “Me fascina hallar nuevos discos, como unos evangélicos que acabo de recibir. Son de pequeñas iglesias, cantantes desconocidas e incluso misas”, comenta. “El mes pasado recibí un vinilo en el que estaba escrito Dios salve el América, campeón de la ciudad en 1960. Creo que ni los hinchas más fanáticos de este equipo de fútbol carioca lo conocen”, añade. Eso es lo que impulsa su proyecto personal: la voluntad de conocer más la historia brasileña a través de los discos.
El empresario tiene repartidas las obras en distintos lugares: por ejemplo, 100.000 ejemplares, sus preferidos, se encuentran en su casa; otros 500.000, en un gran almacén de la zona oeste de São Paulo, donde también tiene un estudio. La mitad ya está catalogada. EBay, la web estadounidense de compras online, fue una de las herramientas que propició que creciera su colección. La mitad proviene de donaciones de todas las partes del mundo, sobre todo de Estados Unidos. Su objetivo es terminar de catalogar los discos para luego dejarlos disponibles a todos los ciudadanos. “Así podrán contactarnos en caso de que busquen algo que no encuentran”, explica Freitas. No se trata de crear una biblioteca de préstamos, sino de que los que necesiten determinadas obras puedan tenerlas en formato digital. Considera que puede ser útil para quienes estén buscando una canción; a los artistas que no tienen su propio material o también a estudiantes de la cultura brasileña. Todo ello está disponible gratis. El interesado verifica si la canción o el disco está disponible y contacta para lograr una copia digital.
El proceso requiere también obtener los derechos de autor. “Solo podemos liberar el audio digitalizado con el consentimiento del artista”, aclara. Freitas asegura que si algún artista o grupo no quiere que sus obras estén abiertas al público, podrán retirarlas. “Los discos seguirán guardados aquí”, matiza.
Para profundizar en la preservación de la música brasileña, un grupo de estudiantes de Historia trabaja en la catalogación de los discos, unos 1.000 a diario: “En dos turnos, con ocho becarios cada uno”, explica Freitas. A pesar del ritmo, el depósito de discos no deja de crecer. “La catalogación es muy sencilla: solo el nombre del disco, artista y grabadora, además de notas de detalles, dedicatorias o alguna peculiaridad”, cuenta. El problema es cuando no consiguen entender quién es el artista o cómo se llama el disco, sobre todo cuando están escritos en ruso, japonés o alemán. En casos extremos, cuando no encuentran la información sobre el disco en Internet, es Freitas quien decide cómo catalogarlo.
Pese a su vasta colección, Freitas pocas veces viaja para comprar vinilos. Cuando se desplaza, dice, busca quedarse lejos de las tiendas de discos. Si acaso, se lleva algunos discos compactos. También los colecciona: tiene unos 100.000.
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