Por Fernando Casanova
La heterogeneidad de nuestro cuerpo social como país está muy clara; el dominicano tiene genotipo y fenotipo muy definidos. Nos reconocemos desde lejos cuando estamos en otro país. Somos un pedazo de una islita. No hay necesidad de un cuerpo legislativo como el Senado. Un senador por provincia es duplicidad de cargos, que no de funciones, ya que los diputados representan perfectamente a los electores para la función de crear leyes. Nuestro país no tiene conflictos multiétnicos ni regionales para tener estructuras políticas como la del Senado.
Las leyes de transparencia y de ética sólo nos han servido para enterarnos, a posteriori, de las barbaridades que hacen con los recursos de que dispone ese barril de dispendios llamado Senado de la República con subvenciones y ayudas humanitarias. Repartiendo el dinero como limosnas en las formas más humillantes. En el Senado, al igual que con los diputados no basta una ley de transparencia o de subvenciones, es que esa no es la misión de un legislador. Si ellos quieren regalar o dar limosnas que las paguen de sus bolsillos o de las arcas de su partido. ¿Cuánto nos ahorraríamos sin el Senado?
La reordenación de los organismos públicos del Estado, en especial la abolición del Senado, sería la carnada perfecta para que modifiquemos la Constitución; porque hay que modificar la Constitución. Lo de la reelección o la nacionalidad hay que aclararlo de una vez por todas. No podemos seguir con esas historias cada 4 años. Dos periodos de 5 años y nunca más sería lo perfecto, quien no ha hecho algo en esos dos períodos no lo hará ni en cien años.
No podemos seguir agrandando el Estado y endeudándonos hasta donde no podemos. La nómina pública se abulta oficialmente y extra oficialmente. Los partidos que nos han gobernado en los últimos 30 años son expertos en nominillas y barrilitos, ayudas para compañeritos y trucos de igual calaña, todo a cargo del Presupuesto Nacional. Se necesita urgentemente que se profundice en la racionalización de las estructuras públicas, que se simplifiquen procedimientos para ciudadanos y empresas, reduciendo trabas burocráticas y peajes para todo.
Hay que salir del barrilote del Senado, y de todas las tramposerías que se cuecen en ese antro que sólo ha sido utilizado por grupos de intereses para “cabildear”, más que para legislar. El Senado está lleno de gente que no se les ha visto otras vías de desempeño profesional más que el medrar alrededor del Presupuesto Nacional. Si se insiste en representación territorial hagamos lo que los taínos, con sus cacicazgos, y no pasarían de 5 caciques, en lugar de 32 barrilotes insaciables para tres cuartas partes de una islita.
La heterogeneidad de nuestro cuerpo social como país está muy clara; el dominicano tiene genotipo y fenotipo muy definidos. Nos reconocemos desde lejos cuando estamos en otro país. Somos un pedazo de una islita. No hay necesidad de un cuerpo legislativo como el Senado. Un senador por provincia es duplicidad de cargos, que no de funciones, ya que los diputados representan perfectamente a los electores para la función de crear leyes. Nuestro país no tiene conflictos multiétnicos ni regionales para tener estructuras políticas como la del Senado.
Las leyes de transparencia y de ética sólo nos han servido para enterarnos, a posteriori, de las barbaridades que hacen con los recursos de que dispone ese barril de dispendios llamado Senado de la República con subvenciones y ayudas humanitarias. Repartiendo el dinero como limosnas en las formas más humillantes. En el Senado, al igual que con los diputados no basta una ley de transparencia o de subvenciones, es que esa no es la misión de un legislador. Si ellos quieren regalar o dar limosnas que las paguen de sus bolsillos o de las arcas de su partido. ¿Cuánto nos ahorraríamos sin el Senado?
La reordenación de los organismos públicos del Estado, en especial la abolición del Senado, sería la carnada perfecta para que modifiquemos la Constitución; porque hay que modificar la Constitución. Lo de la reelección o la nacionalidad hay que aclararlo de una vez por todas. No podemos seguir con esas historias cada 4 años. Dos periodos de 5 años y nunca más sería lo perfecto, quien no ha hecho algo en esos dos períodos no lo hará ni en cien años.
No podemos seguir agrandando el Estado y endeudándonos hasta donde no podemos. La nómina pública se abulta oficialmente y extra oficialmente. Los partidos que nos han gobernado en los últimos 30 años son expertos en nominillas y barrilitos, ayudas para compañeritos y trucos de igual calaña, todo a cargo del Presupuesto Nacional. Se necesita urgentemente que se profundice en la racionalización de las estructuras públicas, que se simplifiquen procedimientos para ciudadanos y empresas, reduciendo trabas burocráticas y peajes para todo.
Hay que salir del barrilote del Senado, y de todas las tramposerías que se cuecen en ese antro que sólo ha sido utilizado por grupos de intereses para “cabildear”, más que para legislar. El Senado está lleno de gente que no se les ha visto otras vías de desempeño profesional más que el medrar alrededor del Presupuesto Nacional. Si se insiste en representación territorial hagamos lo que los taínos, con sus cacicazgos, y no pasarían de 5 caciques, en lugar de 32 barrilotes insaciables para tres cuartas partes de una islita.
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