¿Merece Pete Rose el perdón por apostar?

El exastro fue excomulgado por apuestas a juegos de béisbol


Varias voces se han levantado en los últimos tiempos para pedir que se levante el castigo que mantiene alejado a Pete Rose de por vida de toda actividad relacionada con el béisbol.

Esa sanción, impuesta al líder el hits de todos los tiempos, por apostar en los juegos de béisbol mientras era mánager de los Rojos de Cincinnati, le ha impedido ingresar en el Salón de la Fama de Cooperstown.

Quienes abogan por su perdón alegan que 25 años ha sido suficiente tiempo de sanción y ya es hora de concederle el perdón.
Pero lo que hizo Rose es imperdonable, pues manchó la integridad de un deporte al que se entregó como jugador con una pasión casi única.

Por años negó haber apostado en juegos de béisbol, hasta que un buen día en 2004 lo aceptó, aunque rechazó haberlo hecho en contra del equipo que dirigía.

¿Por qué creerle a alguien que le tomó 15 años reconocer un hecho? Rose era – o es- un jugador compulsivo, un ludópata. Las personas con esa adicción no tienen límites y son capaces de apostar a lo que sea con tal de ganar.

Tenía el control

Y él tenía el control sobre los juegos de Cincinnati. Perfectamente podía haber apostado en contra de su propio equipo y bastaba con retirar de la lomita a un pitcher que estuviera dominando al rival por considerar que había hecho demasiados lanzamientos, por poner un solo ejemplo.

Si lo hizo o no, tal vez nunca lo sabremos.

Quizás debamos esperar otros 15 años hasta que decida confesarlo todo, pero lo peor es que él sabía que estaba haciendo algo ilegal, expresamente prohibido.

Duele que alguien que se entregó como pelotero de la manera que lo hizo, que convirtió en un arte el acto de batear un hit, haya manchado el deporte de la manera que lo hizo. Pete Rose no es Nelson Mandela.

Quienes pujan por su perdón deberían al menos, más allá del sentimentalismo y la nostalgia, dar razones convincentes que puedan probar su inocencia.

Antes de perdonar a Rose, quizás merecen ser exonerados antes los ocho jugadores de losMedias Blancas de Chicago que vendieron la Serie Mundial de 1919.

Quienes han tratado de presentar una imagen más cándida de Joe “Shoeless”Jackson, Chick Gandil, Eddie Cicotte, Eddie Collins, Lefty Williams, Fred McMullin, Oscar “Happy” Flesch y Charles Risberg señalan que los ocho buscaban una compensación económica y una especie de venganza contra el dueño Charles Comiskey, quien explotaba su talento a cambio de salarios miserables.

Y aun así, nadie pide que Jackson, uno de los más exquisitos jugadores que ha pasado por las Grandes Ligas, sea perdonado post-mortem y exaltado a Cooperstown.

Lo de Rose fue peor, porque, en primer lugar, ya existía el antecedente de del escándalo de los Medias Negras de 1919.

Y en segundo lugar, sus apuestas no respondían a una necesidad económica, como la que supuestamente impulsó a los peloteros de Chicago a arreglar los partidos.

Perdonar a Pete Rose sobre la base del sentimentalismo y la condescendencia sería una bofetada en el rostro para quienes han defendido dentro y fuera del terreno la integridad de este gran deporte.

* Por Jorge Morejón
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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