Las acusaciones a Freddy Rincón reviven el ‘lado b’ del deporte en Colombia
Por E. REYES / S. PALOMINO
Una orden internacional de búsqueda y captura de la Interpol por blanqueo de dinero contra Freddy Rincón, uno de los futbolistas más recordados de Colombia y exjugador del Real Madrid (1995-96), revivió lo que algunos han llamado el lado B de la historia de este deporte en el país sudamericano, marcado por el narcotráfico y por los capos de la droga, cuyo poder alcanzó a jugadores, árbitros y directivos.
A Rincón la justicia lo reclama para que responda ante los tribunales panameños a partir de una investigación por lavado de dinero y conspiración para traficar con drogas. Su cercanía con el narcotraficante Pablo Rayo Montaño que, según él, surgió en la infancia, le vuelve a pasar factura. En 2007, el centrocampista internacional de finales de los años 80 y comienzos de los 90 ya había sido capturado en Brasil, señalado por invertir dinero de Rayo Montaño en Panamá. Y aunque entonces el caso fue archivado, ahora reaparece y recuerda cómo el fútbol ha sido protagonista de sonados líos con la justicia.
El América de Cali, equipo en el que jugó Rincón, estuvo durante 17 años en la Lista Clinton por su presunta relación con dinero procedente del narcotráfico. Miguel Rodríguez Orejuela, el capo que lideró el cártel de Cali, compró el equipo a finales de los años setenta y durante varios años tuvo las mejores nóminas. Detrás de cada nombre, había un operativo de lavado de dinero. Por ello, finalmente cayó el América de Cali en una cárcel financiera. Al equipo le cancelaron las cuentas bancarias y la nómina decayó.
Pero no fue el único. Varios clubes fueron permeados por los dineros del tráfico de drogas. Pablo Escobar, el capo del cártel de Medellín, fue dueño del Atlético Nacional y uno de sus socios, Gonzalo Rodríguez Gacha, El Mexicano, se convirtió en propietario del equipo bogotano Millonarios. “Era común saber que los capos del narcotráfico se adueñaban de los clubes y tenían nexos con equipos profesionales de fútbol que veían cómo sus formaciones se llenaban de estrellas imposibles de llevar a Colombia por sus costos. Los propósitos eran claros: tener al pueblo de su lado. ¿Quién iba a reprocharles moralidad si les daban alegría con sus inversiones en cracks?”, comenta el periodista y columnista colombiano Nicolás Samper.
Pero no solo se trataba de dinero de dudosa procedencia y de estrellas de fútbol que, sin aparente explicación, empezaron a llegar al país. También, en palabras de Samper, “la lucha de los cárteles de droga se trasladó a las canchas: se declaraban guerra de mafias a través de mensajes claros, como aquella vez que en medio de un partido del Atlético Nacional contra América de Cali una avioneta sobrevoló el Estadio Atanasio Girardot y arrojó panfletos a las gradas. Se anunciaba la creación del MAS, un grupo paramilitar financiado por el narcotráfico”.
Muchos recuerdan aún cuando el delantero colombiano Anthony de Ávila le dedicó un gol en las eliminatorias sudamericanas del Mundial de Francia a los narcotraficantes Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, hoy presos en Estados Unidos. A pesar de las críticas, el jugador, años después, ha asegurado que si tuviera que volver a dedicar un gol a un narco, lo haría. Lo mismo ocurrió con el arquero René Higuita, quien nunca negó su cercanía con Pablo Escobar. Y aunque pocos casos terminaron en la justicia, Samper recuerda las amenazas a los jueces internacionales Juan Carlos Bava, Abel Gnecco y Carlos Espósito, quienes fueron secuestrados un par de horas antes de dirigir la semifinal Nacional-Danubio de la Copa Libertadores en 1989 y el asesinato del árbitro Álvaro Ortega, en noviembre de 1989 después de un partido del Atlético de Medellín contra el América de Cali, lo que ocasionó la suspensión del torneo.
Y aunque las cosas han cambiado “no se ha alejado del todo al fútbol de los negocios turbios. Tanto que Envigado Fútbol Club, líder del actual torneo colombiano, está incluido en la lista Clinton”, recalca Samper.
Pero no solo en Colombia el narcotráfico ha permeado en el fútbol. En febrero del año pasado, en México, fue capturado Tirso Martínez Sánchez, presunto líder de un cártel, ligado al lavado de dinero en los equipos de fútbol Querétaro, Irapuato y Celaya. También en 2014, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ordenó sanciones contra uno de los directivos del Isidro Metapán por presunto lavado de dinero y evasión fiscal. “Los rezagos de las malas prácticas relacionadas con el narcotráfico continúan merodeando el fútbol”, recalca el periodista colombiano. Se espera saber cuál será el futuro jurídico de Freddy Rincón, que ha asegurado que no ha ido a responder personalmente ante los estrados de la justicia porque siente que no tiene “garantías”.
Por E. REYES / S. PALOMINO
Una orden internacional de búsqueda y captura de la Interpol por blanqueo de dinero contra Freddy Rincón, uno de los futbolistas más recordados de Colombia y exjugador del Real Madrid (1995-96), revivió lo que algunos han llamado el lado B de la historia de este deporte en el país sudamericano, marcado por el narcotráfico y por los capos de la droga, cuyo poder alcanzó a jugadores, árbitros y directivos.
A Rincón la justicia lo reclama para que responda ante los tribunales panameños a partir de una investigación por lavado de dinero y conspiración para traficar con drogas. Su cercanía con el narcotraficante Pablo Rayo Montaño que, según él, surgió en la infancia, le vuelve a pasar factura. En 2007, el centrocampista internacional de finales de los años 80 y comienzos de los 90 ya había sido capturado en Brasil, señalado por invertir dinero de Rayo Montaño en Panamá. Y aunque entonces el caso fue archivado, ahora reaparece y recuerda cómo el fútbol ha sido protagonista de sonados líos con la justicia.
El América de Cali, equipo en el que jugó Rincón, estuvo durante 17 años en la Lista Clinton por su presunta relación con dinero procedente del narcotráfico. Miguel Rodríguez Orejuela, el capo que lideró el cártel de Cali, compró el equipo a finales de los años setenta y durante varios años tuvo las mejores nóminas. Detrás de cada nombre, había un operativo de lavado de dinero. Por ello, finalmente cayó el América de Cali en una cárcel financiera. Al equipo le cancelaron las cuentas bancarias y la nómina decayó.
Pero no fue el único. Varios clubes fueron permeados por los dineros del tráfico de drogas. Pablo Escobar, el capo del cártel de Medellín, fue dueño del Atlético Nacional y uno de sus socios, Gonzalo Rodríguez Gacha, El Mexicano, se convirtió en propietario del equipo bogotano Millonarios. “Era común saber que los capos del narcotráfico se adueñaban de los clubes y tenían nexos con equipos profesionales de fútbol que veían cómo sus formaciones se llenaban de estrellas imposibles de llevar a Colombia por sus costos. Los propósitos eran claros: tener al pueblo de su lado. ¿Quién iba a reprocharles moralidad si les daban alegría con sus inversiones en cracks?”, comenta el periodista y columnista colombiano Nicolás Samper.
Pero no solo se trataba de dinero de dudosa procedencia y de estrellas de fútbol que, sin aparente explicación, empezaron a llegar al país. También, en palabras de Samper, “la lucha de los cárteles de droga se trasladó a las canchas: se declaraban guerra de mafias a través de mensajes claros, como aquella vez que en medio de un partido del Atlético Nacional contra América de Cali una avioneta sobrevoló el Estadio Atanasio Girardot y arrojó panfletos a las gradas. Se anunciaba la creación del MAS, un grupo paramilitar financiado por el narcotráfico”.
Muchos recuerdan aún cuando el delantero colombiano Anthony de Ávila le dedicó un gol en las eliminatorias sudamericanas del Mundial de Francia a los narcotraficantes Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, hoy presos en Estados Unidos. A pesar de las críticas, el jugador, años después, ha asegurado que si tuviera que volver a dedicar un gol a un narco, lo haría. Lo mismo ocurrió con el arquero René Higuita, quien nunca negó su cercanía con Pablo Escobar. Y aunque pocos casos terminaron en la justicia, Samper recuerda las amenazas a los jueces internacionales Juan Carlos Bava, Abel Gnecco y Carlos Espósito, quienes fueron secuestrados un par de horas antes de dirigir la semifinal Nacional-Danubio de la Copa Libertadores en 1989 y el asesinato del árbitro Álvaro Ortega, en noviembre de 1989 después de un partido del Atlético de Medellín contra el América de Cali, lo que ocasionó la suspensión del torneo.
Y aunque las cosas han cambiado “no se ha alejado del todo al fútbol de los negocios turbios. Tanto que Envigado Fútbol Club, líder del actual torneo colombiano, está incluido en la lista Clinton”, recalca Samper.
Pero no solo en Colombia el narcotráfico ha permeado en el fútbol. En febrero del año pasado, en México, fue capturado Tirso Martínez Sánchez, presunto líder de un cártel, ligado al lavado de dinero en los equipos de fútbol Querétaro, Irapuato y Celaya. También en 2014, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ordenó sanciones contra uno de los directivos del Isidro Metapán por presunto lavado de dinero y evasión fiscal. “Los rezagos de las malas prácticas relacionadas con el narcotráfico continúan merodeando el fútbol”, recalca el periodista colombiano. Se espera saber cuál será el futuro jurídico de Freddy Rincón, que ha asegurado que no ha ido a responder personalmente ante los estrados de la justicia porque siente que no tiene “garantías”.
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