¿Un país de clase media?

Por Pavel Isa Contreras

El desempleo apenas se ha reducido en un punto
porcentual en el último año.
Recientemente, el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD) dio a conocer nuevas cifras sobre la evolución de la población dominicana por estratos de ingresos. El estudio utilizó una metodología propuesta por el Banco Mundial, la cual clasifica la población en tres grupos: población pobre, la cual recibe el equivalente a RD$ 4,111 por mes o menos; la vulnerable que recibe el equivalente entre RD$ 4,111 y RD$ 10,278 por mes; y la de clase media, que recibe ingresos entre RD$10,278 y RD$ 51,930 por mes.

Vale indicar varias cosas. Primero, que el requerimiento para que una persona sea clasificada no es cuánto ingreso recibe por su trabajo y por otras fuentes, sino cuanto ingreso recibe el hogar en su conjunto y a cuanto equivale ese ingreso por persona en el hogar. Segundo, se habla de población vulnerable porque se entiende que aunque ese hogar reciba, en un momento determinado, ingresos superiores al nivel que define la pobreza de ingresos, se trata de una población susceptible a caer en una situación de pobreza. Sus ingresos reales son inciertos y proclives a reducirse. Tercero, la característica de la clase media no es sólo que recibe un nivel de ingreso relativamente elevado sino que, en general, es una población que tiene poca probabilidad de ver reducido significativamente su nivel de ingreso real y es difícil que caiga en situación de vulnerabilidad o pobreza.

El estudio arroja una conclusión principal: que por primera vez en cerca de una década la proporción de población en clase media se hizo mayor que la proporción de población pobre de ingresos. A inicios de la década pasada, esta era la situación pero la crisis de 2003-2004 elevó la incidencia de la pobreza y redujo la de la clase media de manera muy intensa, llegando de segunda a ser casi 2.5 veces más elevada que la segunda en 2004. La recuperación económica a partir de 2005 hizo que la proporción de población pobre se redujera y que aumentara la de clase media pero la primera continuaba siendo mayor que la segunda porque los cambios eran muy pequeños, especialmente desde 2007 en adelante.

Sin embargo, consistente con los datos de evolución de la incidencia de pobreza utilizando la metodología nacional correspondiente, las nuevas cifras indican que desde 2013 han sucedido cambios abruptos que aceleraron dramáticamente la reducción de la pobreza, haciendo que en marzo de 2015 el porcentaje de población en clase media alcanzara casi 29%, superando el 26% de población pobre. De allí se saca la conclusión, siguiendo un criterio propuesto por el Banco Mundial, de que, más de una década después, estamos de vuelta a un país de clase media.

No obstante, lo que se destaca poco es que la proporción de población vulnerable es muy elevada y significativamente superior a la población pobre y de clase media, en marzo de 2015 era de un 44% de toda la población. Cuando se suman la población vulnerable y la pobre, esta alcanza más de un 70%. Con menos de un 30% de la población siendo de clase media, difícilmente se puede concluir que estamos en un país de clase media.

Pero además de eso, los datos no dejan de sorprender porque, a pesar de la rigurosidad del trabajo y de la solidez profesional y solvencia ética del equipo que lo elaboró, simplemente no son consistentes con otras evidencias. En los últimos dos años la tasa de desempleo apenas se ha reducido en un punto porcentual, los ingresos de la población pobre han mejorado, pero poco, y los salarios mínimos reales, un indicador relevante de los ingresos laborales de la población pobre, casi no se han movido.

Hay quienes argumentan que los programas gubernamentales pueden estar haciendo la diferencia, logrando traducir crecimiento en reducción de la pobreza.
Pero demostrar esto requerirá más que palabras. Aunque positivos, especialmente frente a un pasado de indiferencia, los programas de apoyo a la agricultura y a las pequeñas empresas, o los programas de asistencia social no parecen tener la extensión como para explicar un aumento sin precedentes recientes en los ingresos de la población pobre o vulnerable.

Las cifras del estudio y sobre la evolución de la pobreza son tan chocantes que merecen mucho más que un discurso triunfalista. Ameritan una discusión, un análisis y un diálogo pausado que ayuden a dilucidar incongruencias, identificar sesgos y limitaciones de las cifras o a hacer descubrimientos. No hacerlo abonaría al descreimiento generalizado en las estadísticas oficiales. Eso no conviene a nadie.


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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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