Por HUGO LÓPEZ MORROBEL
Para los dominicanos es difícil recibir un reconocimiento a sus capacidades en su propia tierra. El dicho de que “no hay profeta en su propia tierra”, cabe en este país como anillo al dedo.
Y ello ocurre, a pesar de que desde hace años venimos escuchando la cacareada propaganda de “lo dominicano primero”. ¡Mentira! ¡Allante!
En la casi totalidad de los casos no es hasta que un compatriota triunfa en el exterior cuando le reconocen sus méritos, dado que han sido miles los que merecen cierta gratitud, sin embargo, han pasado y pasan desapercibidos por completo.
Quizá por eso es que muchos sostienen que la mejor profesión en República Dominicana es ser extranjero, lógicamente, si no es haitiano.
Un ejemplo de la discriminación en su propia patria lo constituye el árbitro de béisbol Ramón Ferrer, quien no actuó en el pasado torneo de béisbol profesional porque la Liga nunca quiso pagarle el mismo salario que a los extranjeros, a pesar de que estaba y está más capacitado.
Esa situación de discrimen lo obligó, por orgullo, a no trabajar en el pasado torneo invernal, pero ahora, incluso aquellos que lo maltrataron, cuando se convierte en el primer dominicano en actuar en Grandes Ligas, comienzan a alabar sus “extraordinarias, sobresalientes, soberbias y magnificas” condiciones. ¡Qué bien! ¡Qué bonito!
Son todos unos hipócritas, ingratos y egoístas.
No caben otras calificaciones. Y ojalá que Ferrer, quien debuta mañana en el partido entre los Indios de Cleveland y los Tigres de Detroit, mantenga su posición vertical, y jamás actúe en el torneo local, por lo menos, mientras sigan al frente de la Liga de Béisbol quienes le negaron el legítimo derecho a tener las mismas oportunidades que los extranjeros.
Es una mala práctica en todos los sectores de la sociedad dominicana que se repite a cada momento.
Esto, indefectiblemente, debe encontrar un “stop” definitivo. Y ya es hora de que esta discriminación se denuncie, no importa el estadio que suceda.
Para los dominicanos es difícil recibir un reconocimiento a sus capacidades en su propia tierra. El dicho de que “no hay profeta en su propia tierra”, cabe en este país como anillo al dedo.
Y ello ocurre, a pesar de que desde hace años venimos escuchando la cacareada propaganda de “lo dominicano primero”. ¡Mentira! ¡Allante!
En la casi totalidad de los casos no es hasta que un compatriota triunfa en el exterior cuando le reconocen sus méritos, dado que han sido miles los que merecen cierta gratitud, sin embargo, han pasado y pasan desapercibidos por completo.
Quizá por eso es que muchos sostienen que la mejor profesión en República Dominicana es ser extranjero, lógicamente, si no es haitiano.
Un ejemplo de la discriminación en su propia patria lo constituye el árbitro de béisbol Ramón Ferrer, quien no actuó en el pasado torneo de béisbol profesional porque la Liga nunca quiso pagarle el mismo salario que a los extranjeros, a pesar de que estaba y está más capacitado.
Esa situación de discrimen lo obligó, por orgullo, a no trabajar en el pasado torneo invernal, pero ahora, incluso aquellos que lo maltrataron, cuando se convierte en el primer dominicano en actuar en Grandes Ligas, comienzan a alabar sus “extraordinarias, sobresalientes, soberbias y magnificas” condiciones. ¡Qué bien! ¡Qué bonito!
Son todos unos hipócritas, ingratos y egoístas.
No caben otras calificaciones. Y ojalá que Ferrer, quien debuta mañana en el partido entre los Indios de Cleveland y los Tigres de Detroit, mantenga su posición vertical, y jamás actúe en el torneo local, por lo menos, mientras sigan al frente de la Liga de Béisbol quienes le negaron el legítimo derecho a tener las mismas oportunidades que los extranjeros.
Es una mala práctica en todos los sectores de la sociedad dominicana que se repite a cada momento.
Esto, indefectiblemente, debe encontrar un “stop” definitivo. Y ya es hora de que esta discriminación se denuncie, no importa el estadio que suceda.
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