Por LUIS PABLO BEAUREGARD
El Santo moldeó su leyenda luchando contra zombis, momias y mujeres vampiro. Venció a centenares de rivales peleando cuerpo a cuerpo en las arenas de los gladiadores mexicanos. Los tiempos modernos, sin embargo, han traído nuevos enemigos al linaje de la máscara más popular de la lucha libre mexicana, un popular espectáculo en el país desde 1933. Esta semana, El Hijo del Santo salió victorioso de una batalla que duró casi siete años y que tuvo como escenario el tortuoso sistema de justicia mexicano. Lo que inició como un pleito penal por el uso de la imagen del luchador derivó en una defensa de su derecho por mantenerse en el anonimato.
Para los luchadores enmascarados no hay mayor vergüenza que revelar el rostro. El Santo, que protagonizó 54 películas, solo lo hizo público una vez. La ocasión fue tan rara que la fecha quedó marcada: el 26 de enero de 1984. Ese día, frente a las cámaras de la televisión, el luchador se quitó la legendaria máscara color plata en un programa de tertulianos transmitido en Televisa. Murió 10 días después a los 66 años.
Pero los enmascarados también tienen vida de civil. El Hijo del Santo no imaginó el vendaval que enfrentaría cuando decidió demandar a la Triple AAA, la empresa que organiza las populares batallas de lucha libre desde 1992. La compañía comercializó en 2010 sin el consentimiento del luchador un vídeo grabado en junio de 2009 de Triplemanía XVII, un espectáculo encabezado por él, La Parka, Octagón y El Vampiro canadiense, entre otros. Jorge Ernesto Guzmán (el nombre real de El Hijo del Santo) acudió a los tribunales para frenar la venta del DVD y exigir 350.000 pesos (20.000 dólares) por la reparación del daño.
El caso tomó un giro inesperado cuando Marisela Peña Herrada, la demandada, pasó a la ofensiva con un recurso de revocación. En los juzgados la empresaria dijo que el litigio había sido iniciado por Jorge Ernesto Guzmán y no por el personaje de ficción que aparecía enmascarado en las comparecencias judiciales. Exigió que el demandante enfrentara todo el juicio con el rostro al descubierto para comprobar que era quien decía ser. El 12 de marzo de 2012, El Hijo del Santo tuvo que quitarse la máscara ante el juez, el secretario de acuerdos y el letrado de la acusada en el Quinto Tribunal de Materia Penal. “Soy yo, Marisela. Tú sabes que soy yo”, se escuchó decir al rostro desnudado por la tela.
Eso no bastó a Peña, que trató que todas las diligencias públicas fueran presenciadas por Guzmán y no por El Hijo del Santo, pero este se negó. Las leyes mexicanas le dieron la razón con un fallo en octubre de 2014. La empresaria no se dio por vencida y alargó los recursos hasta que el asunto llegó a la Suprema Corte de Justicia. Este miércoles, los cinco ministros de la Primera Sala decidieron en favor de El Hijo del Santo permitiéndole preservar su anonimato y le dieron la razón en el litigio frente a la Triple AAA.
El Hijo del Santo comenzó su carrera en 1982, justo cuando su padre estaba cerca del retiro. Ya lejos de los cuadriláteros, donde solía batirse apostando la máscara para buscar cortar la cabellera de sus rivales, se ha convertido en un hábil empresario que explota su personaje en series animadas, cómics y productos como camisetas y otras prendas. Una de las victorias más importantes de su trayectoria llegó de la mano de cinco magistrados en toga. Ellos han sido los que han decidido que en México los héroes no dan la cara porque usan máscara.
El Hijo de El Santo, en marzo de 2015. |
Para los luchadores enmascarados no hay mayor vergüenza que revelar el rostro. El Santo, que protagonizó 54 películas, solo lo hizo público una vez. La ocasión fue tan rara que la fecha quedó marcada: el 26 de enero de 1984. Ese día, frente a las cámaras de la televisión, el luchador se quitó la legendaria máscara color plata en un programa de tertulianos transmitido en Televisa. Murió 10 días después a los 66 años.
Pero los enmascarados también tienen vida de civil. El Hijo del Santo no imaginó el vendaval que enfrentaría cuando decidió demandar a la Triple AAA, la empresa que organiza las populares batallas de lucha libre desde 1992. La compañía comercializó en 2010 sin el consentimiento del luchador un vídeo grabado en junio de 2009 de Triplemanía XVII, un espectáculo encabezado por él, La Parka, Octagón y El Vampiro canadiense, entre otros. Jorge Ernesto Guzmán (el nombre real de El Hijo del Santo) acudió a los tribunales para frenar la venta del DVD y exigir 350.000 pesos (20.000 dólares) por la reparación del daño.
El caso tomó un giro inesperado cuando Marisela Peña Herrada, la demandada, pasó a la ofensiva con un recurso de revocación. En los juzgados la empresaria dijo que el litigio había sido iniciado por Jorge Ernesto Guzmán y no por el personaje de ficción que aparecía enmascarado en las comparecencias judiciales. Exigió que el demandante enfrentara todo el juicio con el rostro al descubierto para comprobar que era quien decía ser. El 12 de marzo de 2012, El Hijo del Santo tuvo que quitarse la máscara ante el juez, el secretario de acuerdos y el letrado de la acusada en el Quinto Tribunal de Materia Penal. “Soy yo, Marisela. Tú sabes que soy yo”, se escuchó decir al rostro desnudado por la tela.
Eso no bastó a Peña, que trató que todas las diligencias públicas fueran presenciadas por Guzmán y no por El Hijo del Santo, pero este se negó. Las leyes mexicanas le dieron la razón con un fallo en octubre de 2014. La empresaria no se dio por vencida y alargó los recursos hasta que el asunto llegó a la Suprema Corte de Justicia. Este miércoles, los cinco ministros de la Primera Sala decidieron en favor de El Hijo del Santo permitiéndole preservar su anonimato y le dieron la razón en el litigio frente a la Triple AAA.
El Hijo del Santo comenzó su carrera en 1982, justo cuando su padre estaba cerca del retiro. Ya lejos de los cuadriláteros, donde solía batirse apostando la máscara para buscar cortar la cabellera de sus rivales, se ha convertido en un hábil empresario que explota su personaje en series animadas, cómics y productos como camisetas y otras prendas. Una de las victorias más importantes de su trayectoria llegó de la mano de cinco magistrados en toga. Ellos han sido los que han decidido que en México los héroes no dan la cara porque usan máscara.
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