WASHINGTON. ¿Terrorismo interno, intolerancia o episodio aislado de un fanático bien armado?
La matanza de Orlando está rodeada de interrogantes y lo único claro por ahora es que al presidente Barack Obama no le resultará fácil encontrar una respuesta a lo que describe como una mezcla de extremismo y acceso fácil a las armas, que hace que sea inevitable sufrir este tipo de tragedias.
Obama no ha ofrecido una receta simple para hacer frente a la peor matanza de la historia moderna de Estados Unidos a pesar de que los candidatos que luchan por sucederlo presentaron agresivos planes. El mandatario, en cambio, dice que cuesta determinar las razones que impulsaron a un individuo “trastornado” y que hacerlo tal vez no sea tan importante como realizar un profundo análisis de lo que hay que hacer ante este tipo de episodios.
“Sabemos que en algún momento, entre los 300 millones (de habitantes de Estados Unidos) va a haber algunos individuos que, por cualquier razón, encuentran tentador ese tipo de propaganda”, afirmó Obama el lunes. “Y si eso pasa, y esa persona puede conseguir un arma, eso constituye un problema”.
Los comentarios de Obama fueron una admisión de que los ataques como el de Orlando pueden ser hoy un nuevo componente de la vida en Estados Unidos, una observación que solo puede ser hecha por un presidente en su segundo mandato, al que le quedan solo siete meses en el cargo. El comentario no hace nada por alentar la esperanza de que ese tipo de acciones no vuelvan a ocurrir.
El mandatario parece disfrutar la libertad que le da el hecho de que se avecina el fin de su mandato. Y está consciente de que durante su gobierno se han sucedido una serie de ataques a los que hay que tratar de encontrarle una explicación.
La Casa Blanca apuntó en varias direcciones el lunes, justificando las actitudes del gobierno a cada paso y diciendo que Obama viajará a Orlando el jueves para “expresar su solidaridad con la comunidad”.
Obama dijo que el FBI, que entrevistó a Omar Mateen en el pasado, no parece haber dado pasos en falso. Si bien Mateen no estaba en ninguna lista de personas a las que había que vigilar de cerca, Obama describió como una “locura” el que la policía no haya sido alertada cuando compró el fusil automático y la pistola que usó en el ataque.
El vocero de la Casa Blanca Josh Earnest reiteró las habituales críticas del gobierno a los republicanos por bloquear lo que considera leyes sobre armas basadas en el “sentido común”. Agregó que el presidente no se había resignado a aceptar estos brotes de violencia como algo normal, pero no delineó nuevas propuestas sobre medidas para controlar la proliferación de las armas.
El ataque de Orlando en el que murieron 49 personas se produjo en momentos en que la Casa Blanca pregonaba nuevos progresos en la lucha contra Estado Islámico, uno de los grupos que Mateen dijo seguir.
El delegado estadounidense ante la coalición de estados que combaten al EI dijo la semana pasada que la moral de esa agrupación se estaba “desmoronando” y que cada vez le costaba más reclutar gente y recaudar fondos. El funcionario, Brett McGurk, afirmó que EI había perdido la mitad de los territorios que controlaba en Irak y que la coalición mataba un líder de EI cada tres días aproximadamente.
Los ataques a los extremistas en sus reductos, no obstante, no hicieron que disminuya el riesgo de acciones terroristas adentro de Estados Unidos, sobre todo las perpetradas por los propios estadounidenses o elementos que actúan por su cuenta, inspirados a menudo en agrupaciones como el EI.
“Es una reacción perversa al éxito que estamos teniendo en el campo de batalla geográfico”, sostuvo Wendy Sherman, exsubsecretaria de Estado de Obama. “Estado Islámico trata de demostrar que todavía tiene poder y una forma de hacerlo es a través de estos atacantes solitarios, porque no tienen que venir a Siria, Irak o Libia”.
Obama ha dicho que no hay forma de anticipar esos ataques, por más que el FBI diga que esté vigilando a más de 1.000 personas que se cree podrían radicalizarse y emprender acciones violentas.
Por JOSH LEDERMAN
La matanza de Orlando está rodeada de interrogantes y lo único claro por ahora es que al presidente Barack Obama no le resultará fácil encontrar una respuesta a lo que describe como una mezcla de extremismo y acceso fácil a las armas, que hace que sea inevitable sufrir este tipo de tragedias.
Obama no ha ofrecido una receta simple para hacer frente a la peor matanza de la historia moderna de Estados Unidos a pesar de que los candidatos que luchan por sucederlo presentaron agresivos planes. El mandatario, en cambio, dice que cuesta determinar las razones que impulsaron a un individuo “trastornado” y que hacerlo tal vez no sea tan importante como realizar un profundo análisis de lo que hay que hacer ante este tipo de episodios.
“Sabemos que en algún momento, entre los 300 millones (de habitantes de Estados Unidos) va a haber algunos individuos que, por cualquier razón, encuentran tentador ese tipo de propaganda”, afirmó Obama el lunes. “Y si eso pasa, y esa persona puede conseguir un arma, eso constituye un problema”.
Los comentarios de Obama fueron una admisión de que los ataques como el de Orlando pueden ser hoy un nuevo componente de la vida en Estados Unidos, una observación que solo puede ser hecha por un presidente en su segundo mandato, al que le quedan solo siete meses en el cargo. El comentario no hace nada por alentar la esperanza de que ese tipo de acciones no vuelvan a ocurrir.
El mandatario parece disfrutar la libertad que le da el hecho de que se avecina el fin de su mandato. Y está consciente de que durante su gobierno se han sucedido una serie de ataques a los que hay que tratar de encontrarle una explicación.
La Casa Blanca apuntó en varias direcciones el lunes, justificando las actitudes del gobierno a cada paso y diciendo que Obama viajará a Orlando el jueves para “expresar su solidaridad con la comunidad”.
Obama dijo que el FBI, que entrevistó a Omar Mateen en el pasado, no parece haber dado pasos en falso. Si bien Mateen no estaba en ninguna lista de personas a las que había que vigilar de cerca, Obama describió como una “locura” el que la policía no haya sido alertada cuando compró el fusil automático y la pistola que usó en el ataque.
El vocero de la Casa Blanca Josh Earnest reiteró las habituales críticas del gobierno a los republicanos por bloquear lo que considera leyes sobre armas basadas en el “sentido común”. Agregó que el presidente no se había resignado a aceptar estos brotes de violencia como algo normal, pero no delineó nuevas propuestas sobre medidas para controlar la proliferación de las armas.
El ataque de Orlando en el que murieron 49 personas se produjo en momentos en que la Casa Blanca pregonaba nuevos progresos en la lucha contra Estado Islámico, uno de los grupos que Mateen dijo seguir.
El delegado estadounidense ante la coalición de estados que combaten al EI dijo la semana pasada que la moral de esa agrupación se estaba “desmoronando” y que cada vez le costaba más reclutar gente y recaudar fondos. El funcionario, Brett McGurk, afirmó que EI había perdido la mitad de los territorios que controlaba en Irak y que la coalición mataba un líder de EI cada tres días aproximadamente.
Los ataques a los extremistas en sus reductos, no obstante, no hicieron que disminuya el riesgo de acciones terroristas adentro de Estados Unidos, sobre todo las perpetradas por los propios estadounidenses o elementos que actúan por su cuenta, inspirados a menudo en agrupaciones como el EI.
“Es una reacción perversa al éxito que estamos teniendo en el campo de batalla geográfico”, sostuvo Wendy Sherman, exsubsecretaria de Estado de Obama. “Estado Islámico trata de demostrar que todavía tiene poder y una forma de hacerlo es a través de estos atacantes solitarios, porque no tienen que venir a Siria, Irak o Libia”.
Obama ha dicho que no hay forma de anticipar esos ataques, por más que el FBI diga que esté vigilando a más de 1.000 personas que se cree podrían radicalizarse y emprender acciones violentas.
Por JOSH LEDERMAN
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