EEUU entrega en Matamoros al criminal tras nueve años encarcelado. Las autoridades mexicanas deciden mantenerle en la prisión de El Altiplano
Por JAN MARTÍNEZ AHRENS
La historia sigue donde empezó. A sus 56 años, Héctor Palma Salazar, El Güero Palma, ha vuelto al sur del Río Bravo. El narco que dirigió mano a mano con El Chapo el todopoderoso cártel de Sinaloa fue entregado ayer por Estados Unidos a las autoridades mexicanas tras haber cumplido nueve años de cárcel. Tras su llegada, el Gobierno, ante el temor de que volviese a dinamitar México, lo envió preventivamente a la cárcel de máxima seguridad de El Altiplano por dos asesinatos.
El México que espera a El Güero Palma ha cambiado desde su detención en 1995. Su compañero de fatigas, Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, vuelve a estar encerrado, pero esta vez es casi imposible que no acabe, como él, en una cárcel estadounidense. Y el cártel de Sinaloa, aunque mantiene la primacía, vive arrinconado en sus feudos por las continuas embestidas de las tropas federales. Pese a este deterioro, la posibilidad de que El Güero Palma vuelva a las andadas es grande.
El juez federal Larry Alan Burns, del Distrito Sur de California, alertó el año pasado, en respuesta a una petición de su defensa de acortar la pena, que el reo seguía siendo un narco altamente peligroso y que “podía sentir la tentación de reiniciar sus operaciones”. Este temor desencadenó en la Procuraduría General de México una frenética búsqueda de expedientes judiciales para volver a encarcelarle. La prospección permitió hallar dos asesinatos en el Estado de Nayarit que rápidamente le fueron imputados. Si el caso prospera, todo quedará resuelto y simplemente dará comienzo un nuevo capítulo de su biografía carcelaria. En caso contrario, volverá a ser libre y seguramente su rastro se pierda en el mundo de las sombras.
Del Güero Palma se ha escrito todo y nada. Todo, porque su historia de sangre y venganza, con sus hijos arrojados por un puente y la cabeza de su mujer servida por sus enemigos, ya forma parte de la leyenda negra de México. Y nada, porque durante los años que penó en las cárceles de Estados Unidos nadie logró, según los informes penitenciarios, romper el círculo de su odio. Oscuro, solitario y tenaz, los exámenes psicológicos lo muestran como un ser de escasa empatía social y altísima capacidad criminal. Una bestia abandonada que desde su extradición en 2007 se ha resistido a abrir el pozo de sus recuerdos, pero que ha mostrado la inteligencia suficiente para lograr un sospechoso pacto que le redujo la condena a sólo 16 años y amoldarse luego a las más severas prisiones y conseguir hasta una reducción de pena por buena conducta.
Han sido años de hierro que han hecho mella en su salud. Su visión es crepusuclar, ha perdido dientes, y padece una dolorosa hernia inguinal. Nada extraño si se tiene en cuenta que entre las cárceles que Palma Salazar fatigó, figura la de máxima seguridad de ADX, en Florence (Colorado), un rompehombres donde van a parar los mayores criminales del planeta, como Unabomber o Zacarias Moussaoui. Allí, encerrado 23 horas al día en una celda de 7,5 metros cuadrados, sufrió los estragos de la soledad y posiblemente también tuvo tiempo para repasar su pasado. El del pequeño ladrón de coches que junto a su gran amigo Joaquín Guzmán Loera tejió una red de complicidades que le permitió crear y dirigir la que iba a ser la organización criminal más poderosa del planeta, el cártel de Sinaloa.
El entramado nació en 1989, cuando el hombre que había amamantado a esas dos fieras, Miguel Ángel Félix Gallardo, el mentor de los grandes capos mexicanos, cayó apresado por la tortura y muerte del agente antinarcóticos estadounidenses Enrique Salazar Camarena. Fue entonces cuando, liberados de la sombra de El Padrino, ambos amigos decidieron navegar por su cuenta. Algo que en el mundo del narco no queda muy lejos de la guerra. El enfrentamiento con sus más próximos rivales, los hermanos Arellano Félix, del cártel de Tijuana, desató una espiral de violencia que hizo temblar a México. Las matanzas y decapitaciones se sucedieron. La muerte llamó a la muerte. Y El Güero Palma sintió en su propia médula el tacto del mal.
En pleno combate, los Arellano Félix infiltraron a un agente en las filas del cártel de Sinaloa. Era el venezolano Rafael Clavel Moreno. El enviado, tras ganarse a la hermana de El Güero, logró seducir a su esposa, Guadalupe Leija Serrano, y llevarla a San Francisco. Allí la mató y, dentro de un pequeño refrigerador, envió la cabeza a su marido. Dos semanas después, sus dos hijos, de cuatro y cinco años años, fueron arrojados por el puente de la Concordia en Venezuela. Hay crónicas que asegura que a Palma Salazar le entregaron un vídeo con la lenta caída de sus pequeños.
El Güero enloqueció. El tamaño de su venganza nunca ha podido ser medido. A tiros y cuchilladas, cayeron Clavel, sus hijos y sus cómplices; cuatro miembros de la familia de los Arellano Félix y su abogado fueron asesinados; decenas de cruces marcaron un camino del que El Güero salió convertido en uno de los narcos más despiadados del país. Un lustro turbulento se abrió a su paso. Se le atribuyeron la muerte de la indomable activista Norma Corona y el ametrallamiento de la discoteca Christine, en Puerto Vallarta, donde la madrugada del 8 de noviembre de 1992 envió a 50 hombres con rifles de asalto y placas de policía federal para matar a los hermanos Arellano Félix. No tuvo éxito, pero en ocho minutos, quedaron seis muertos y mil casquillos en el suelo. También se le vinculó en mayo de 1993 con el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en un tiroteo en el aeropuerto de Guadalajara. Esta muerte, nunca aclarada, desencadenó una fulminante respuesta gubernamental que acabó con la captura de El Chapo.
Encarcelado su amigo, El Güero tocó la cúspide. Durante dos años, junto con el legendario y nunca detenido Mayo Zambada, reinó en el universo del narco. Un trono que perdió en junio de 1995, cuando el avión que le llevaba a una boda en Toluca sufrió un abrupta caída tras quedarse sin combustible. Al ser capturado, El Güero Palma yacía malherido en la cama. A su lado tenía un Colt 38 con esmeraldas en las cachas y la figura de una palmera sobre fondo de brillantes.
Tras pasar 12 años en prisiones mexicanas, en 2007 fue extraditado a Estados Unidos. Los documentos demuestran que logró un pacto para reducir su condena a 16 años. Un buen trato que nadie alcanza a saber qué coste tuvo para él. Ni los enemigos que le ha podido deparar al otro lado de la ley. Ese lugar que tan bien conoce El Güero Palma.
Por JAN MARTÍNEZ AHRENS
'El Güero' Palma en una imagen de archivo y este miércoles. |
El México que espera a El Güero Palma ha cambiado desde su detención en 1995. Su compañero de fatigas, Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, vuelve a estar encerrado, pero esta vez es casi imposible que no acabe, como él, en una cárcel estadounidense. Y el cártel de Sinaloa, aunque mantiene la primacía, vive arrinconado en sus feudos por las continuas embestidas de las tropas federales. Pese a este deterioro, la posibilidad de que El Güero Palma vuelva a las andadas es grande.
El juez federal Larry Alan Burns, del Distrito Sur de California, alertó el año pasado, en respuesta a una petición de su defensa de acortar la pena, que el reo seguía siendo un narco altamente peligroso y que “podía sentir la tentación de reiniciar sus operaciones”. Este temor desencadenó en la Procuraduría General de México una frenética búsqueda de expedientes judiciales para volver a encarcelarle. La prospección permitió hallar dos asesinatos en el Estado de Nayarit que rápidamente le fueron imputados. Si el caso prospera, todo quedará resuelto y simplemente dará comienzo un nuevo capítulo de su biografía carcelaria. En caso contrario, volverá a ser libre y seguramente su rastro se pierda en el mundo de las sombras.
Del Güero Palma se ha escrito todo y nada. Todo, porque su historia de sangre y venganza, con sus hijos arrojados por un puente y la cabeza de su mujer servida por sus enemigos, ya forma parte de la leyenda negra de México. Y nada, porque durante los años que penó en las cárceles de Estados Unidos nadie logró, según los informes penitenciarios, romper el círculo de su odio. Oscuro, solitario y tenaz, los exámenes psicológicos lo muestran como un ser de escasa empatía social y altísima capacidad criminal. Una bestia abandonada que desde su extradición en 2007 se ha resistido a abrir el pozo de sus recuerdos, pero que ha mostrado la inteligencia suficiente para lograr un sospechoso pacto que le redujo la condena a sólo 16 años y amoldarse luego a las más severas prisiones y conseguir hasta una reducción de pena por buena conducta.
Han sido años de hierro que han hecho mella en su salud. Su visión es crepusuclar, ha perdido dientes, y padece una dolorosa hernia inguinal. Nada extraño si se tiene en cuenta que entre las cárceles que Palma Salazar fatigó, figura la de máxima seguridad de ADX, en Florence (Colorado), un rompehombres donde van a parar los mayores criminales del planeta, como Unabomber o Zacarias Moussaoui. Allí, encerrado 23 horas al día en una celda de 7,5 metros cuadrados, sufrió los estragos de la soledad y posiblemente también tuvo tiempo para repasar su pasado. El del pequeño ladrón de coches que junto a su gran amigo Joaquín Guzmán Loera tejió una red de complicidades que le permitió crear y dirigir la que iba a ser la organización criminal más poderosa del planeta, el cártel de Sinaloa.
El entramado nació en 1989, cuando el hombre que había amamantado a esas dos fieras, Miguel Ángel Félix Gallardo, el mentor de los grandes capos mexicanos, cayó apresado por la tortura y muerte del agente antinarcóticos estadounidenses Enrique Salazar Camarena. Fue entonces cuando, liberados de la sombra de El Padrino, ambos amigos decidieron navegar por su cuenta. Algo que en el mundo del narco no queda muy lejos de la guerra. El enfrentamiento con sus más próximos rivales, los hermanos Arellano Félix, del cártel de Tijuana, desató una espiral de violencia que hizo temblar a México. Las matanzas y decapitaciones se sucedieron. La muerte llamó a la muerte. Y El Güero Palma sintió en su propia médula el tacto del mal.
En pleno combate, los Arellano Félix infiltraron a un agente en las filas del cártel de Sinaloa. Era el venezolano Rafael Clavel Moreno. El enviado, tras ganarse a la hermana de El Güero, logró seducir a su esposa, Guadalupe Leija Serrano, y llevarla a San Francisco. Allí la mató y, dentro de un pequeño refrigerador, envió la cabeza a su marido. Dos semanas después, sus dos hijos, de cuatro y cinco años años, fueron arrojados por el puente de la Concordia en Venezuela. Hay crónicas que asegura que a Palma Salazar le entregaron un vídeo con la lenta caída de sus pequeños.
El Güero enloqueció. El tamaño de su venganza nunca ha podido ser medido. A tiros y cuchilladas, cayeron Clavel, sus hijos y sus cómplices; cuatro miembros de la familia de los Arellano Félix y su abogado fueron asesinados; decenas de cruces marcaron un camino del que El Güero salió convertido en uno de los narcos más despiadados del país. Un lustro turbulento se abrió a su paso. Se le atribuyeron la muerte de la indomable activista Norma Corona y el ametrallamiento de la discoteca Christine, en Puerto Vallarta, donde la madrugada del 8 de noviembre de 1992 envió a 50 hombres con rifles de asalto y placas de policía federal para matar a los hermanos Arellano Félix. No tuvo éxito, pero en ocho minutos, quedaron seis muertos y mil casquillos en el suelo. También se le vinculó en mayo de 1993 con el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en un tiroteo en el aeropuerto de Guadalajara. Esta muerte, nunca aclarada, desencadenó una fulminante respuesta gubernamental que acabó con la captura de El Chapo.
Encarcelado su amigo, El Güero tocó la cúspide. Durante dos años, junto con el legendario y nunca detenido Mayo Zambada, reinó en el universo del narco. Un trono que perdió en junio de 1995, cuando el avión que le llevaba a una boda en Toluca sufrió un abrupta caída tras quedarse sin combustible. Al ser capturado, El Güero Palma yacía malherido en la cama. A su lado tenía un Colt 38 con esmeraldas en las cachas y la figura de una palmera sobre fondo de brillantes.
Tras pasar 12 años en prisiones mexicanas, en 2007 fue extraditado a Estados Unidos. Los documentos demuestran que logró un pacto para reducir su condena a 16 años. Un buen trato que nadie alcanza a saber qué coste tuvo para él. Ni los enemigos que le ha podido deparar al otro lado de la ley. Ese lugar que tan bien conoce El Güero Palma.
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