El término ‘chapeadora’ ya se ha interiorizado en la cultura dominicana. Tanto que, tal vez por curiosidad o por morbo, “El manual de la chapiadora”, de la autoría de Wilsis Bautista Lantigua, se agotó no bien se había puesto a circular el libro.
El calificativo ‘chapeadora’ encubre una forma de prostitución sutil que también reafirma la discriminación y la cosificación de la mujer que se vende y a quien alguien compra con dinero a cambio de favores sexuales.
Aunque parezca un concepto trivial o chercha popular, tener estatus de ‘chapeadora’ se está convirtiendo en la aspiración de muchas adolescentes y mujeres jóvenes cuyo sueño es encontrar un hombre “templo” que las mantenga, les satisfaga sus caprichos y que incluso les pague los rellenos de silicona que les ayuden a mejorar sus atributos físicos, potenciando su posibilidad de vivir de su cuerpo.
El “chapeadorismo” refleja el peligroso rumbo que está tomando nuestra sociedad, donde parece que todo se compra o se vende, incluso el amor.
Esa nefasta práctica es promovida, a veces, hasta por las mismas familias, y se practica en todos los estratos sociales. Las mujeres de clase media “chapean” para costear lujos y las pobres para comer o subsistir.
El atrapar a un hombre que les resuelva también es el sueño inducido de muchas adolescentes, que luego se despiertan en su peor pesadilla. Un estudio publicado por Unicef recientemente informa que un 11 % de personas menores de 21 años ha tenido relaciones sexuales alguna vez a cambio de dinero u otra retribución.
Las consecuencias del “chapeo” son similares a las de otras situaciones de vulnerabilidad: riesgos de infecciones de transmisión sexual, embarazos no deseados y abusos de todo tipo.
Desterrar el “chapeo” empieza por enseñar a las niñas a valorarse y a fortalecer su autoestima. A inculcarles que su valor no se lo da ningún hombre, ni la belleza física, ni las cosas materiales.
Que como personas dignas pueden forjarse un futuro a través del estudio, el esfuerzo y el trabajo decente. Que el camino de las cosas fáciles solo lleva al daño de uno mismo o al fracaso existencial.
Por: Altagracia Suriel
a.suriel@Solidaridad.gob.do
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