El asesinato de una persona, y más aún de una joven madre en plena etapa de crianza de los hijos, causa conmoción social y aflicción moral y emocional.
A siquiatras, sicólogos y médicos en sentido general, no nos gusta usar el término “víctima” para nombrar a la persona muerta por asesinato, como el caso de Anibel González, no solo por lo impersonal del término, sino porque nos parece que se anula lo despeluznante del hecho, la magnitud del sufrimiento o la espasmódica angustia que sin duda vivió Anibel al ver frente a ella, disparándole al pecho, al hombre que una vez le juró amarla y protegerla. Sin embargo, Yasmil en vez de tomarle un “selfie” a la hermosa y cálida sonrisa de la mujer con la que tuvo una alianza matrimonial, prefirió agujerarla con plomo sin que sus gritos suplicantes implorando su piedad le despertaran siquiera una pizca de empatía.
Imagínese el lector el disruptivo quiebre emocional, desasosiego y sobresalto con que vivió un tiempo Anibel al ser perseguida y hostigada por un Yasmil que en vez de darle más caricias y más besos, optó por inferirle varias puñaladas. Y como para darle la razón a Freud, quien una vez dijera que el sujeto celoso tiene dolor de incompletud, dolor de castración, por lo que atrae a la mujer objeto de su amor hacia la llama que lo consume, el homicida Yasmil sació el deseo por ella que lo consumía, disparándole tres balas mortales.
¿Ocupa Yasmil algún asiento entre los psicópatas? Sí, uno VIP. Veamos. Los psicópatas se caracterizan por un trastorno emocional cuyas dos principales características son: conducta antisocial y ausencia del sentimiento de compasión. Son capaces de cometer crímenes repugnantes sin sentir el menor remordimiento. Los psicópatas hacen su mayor esfuerzo para hacerse pasar como personas mentalmente sanas, incluso parecen encantadores y seductores, y hasta solidarios. La mayoría no son brutos y por eso planifican sus crímenes brutales. Toman la vida de un inocente o de varios incluyendo las vidas de seres amados y la de él mismo, sin embargo, moralmente no se reprocha.
En el 2011, el neurocientífico Kent Kiehl, de la universidad de Nuevo México, USA, hizo estudios de resonancia magnética nuclear funcional a 40 psicópatas condenados a prisión perpetua. Halló que en las zonas mesolimbica, amígdala cerebral (lugar donde se regulan nuestras emociones) e hipocampo de aquellos criminales, esos circuitos neuronales tenían menos actividad cuando se dedicaban a procesar emociones y la toma de decisiones.
¿Qué pudo haber pasado con la libertad con que actuó Yasmil y la actitud de los fiscales de San Pedro? ¿Tenía el asesino de Anibel un diagnóstico psiquiátrico establecido y conocido por el sistema judicial? Si era un maníaco, como han especulado, es decir, que sufriera una condición maniaco-depresiva o bipolaridad, dado que el maniaco es de conducta expansiva, que habla de acciones extraordinarias que debe llevar a cabo, como que dará al presidente Medina la clave para acabar con los feminicidios, se irrita fácilmente, interpreta mal todo lo que oye, tiene obsesiones y delirios, pues durante su fase maníaca, asesinar a alguien le resultaría “pan comido”. Si Yasmil tenía un trastorno de personalidad limite, pues seguro que era de temperamento volátil y también psíquicamente inestable. Entre nosotros es excepcional que abogados, jueces y policías, se interesen en saber cuál es la salud mental de acusados y sospechosos.
Es frecuente que personas bipolares tengan por añadidura trastorno de personalidad limite. Cuando esa combinación ocurre, esos individuos son bombas explosivas andantes sin botón de seguridad. Pero todo lo que estoy diciendo es solo suposición, pues nadie competente ha dicho que Yasmil fuera maniaco o tuviera una personalidad limite. Sépase que un bipolar puede entrar en fase maniaca súbitamente si sufre una pérdida mayor como sería “el gran amor de su vida”, un divorcio, muerte de un hijo, la madre o la quiebra de una empresa, entonces cometen asesinatos espantosos.
Que yo sepa, la Procuraduría General no dispone de psiquiatras y psicólogos forenses en todos los distritos judiciales del país que evalúen periódicamente el estado de salud mental de homicidas internos o sueltos condicionados. Si es así, los fiscales de San Pedro no podían anticipar la conducta homicida de Yasmil. Aunque claro, con el antecedente de intento de homicidio que lo llevó a prisión, pues debió tomarse la precaución de evaluar su salud mental y ante cualquier síntoma sospechoso de patología psíquica, actuar rápidamente. ¿Cómo obtuvo el arma? ¿Se la prestaron o la tomó en alquiler? Aquí las armas de fuego se prestan y se alquilan, por si el compañero Monchy no lo sabía.
La Procuraduría General, fiscales y jueces han debido de estar pendientes del tipo de tragedia provocada por Yasmil, al considerar como lección el famoso caso de Prosenjit Poddar y Tatiana Tarasoff ocurrido en California en 1968. Fue el caso de asesinato que dio origen a la introducción en el Código Penal estadounidense, la llamada “Decisión Tarasoff”.
Poddar, de origen indio, cursaba estudios de posgrado en la universidad de Berkeley; allí se enamoró de Tatiana Tarasoff. Ella, aunque un día le dio un besito, le dejó claro que no pasaría de ahí. Luego Poddar, empezó a presentar síntomas delirantes y fue al psiquiatra de la universidad. Le diagnosticaron esquizofrenia paranoide. El psiquiatra avisó a la seguridad de Berkeley. Se le dio tratamiento y mejoró, pero al poco tiempo los delirios y la paranoia recurrieron.
Como el paciente no le pareció potencialmente peligroso a nadie ya que era encantador, educado y manso, pues Poddar fue un día a visitar a Tatiana y sin más la acuchilló hasta matarla. El psiquiatra perdió su puesto, porque según dijo la Suprema Corte, debió avisarle a Tatiana que su vida corría peligro ya que su enamorado deliraba sobre su belleza y cómo sería su vida sin ella. A partir de ahí, los psiquiatras estadounidenses no solo deben informar al sistema judicial sobre la patología mental de un reo o sospechoso, sino que también que debe poner sobre aviso a la persona que el acusado menciona en sus delirios durante la consulta terapéutica.
Para evitar otro asesinato como el de Anibel, nuestro sistema de Justicia tendrá que dotar a todos los distritos judiciales del país de expertos en psicopatología criminal y también explorar la posibilidad de poner en práctica algo parecido a la “Decisión Tarasoff”.
Por Dr. Pedro Mendoza
A siquiatras, sicólogos y médicos en sentido general, no nos gusta usar el término “víctima” para nombrar a la persona muerta por asesinato, como el caso de Anibel González, no solo por lo impersonal del término, sino porque nos parece que se anula lo despeluznante del hecho, la magnitud del sufrimiento o la espasmódica angustia que sin duda vivió Anibel al ver frente a ella, disparándole al pecho, al hombre que una vez le juró amarla y protegerla. Sin embargo, Yasmil en vez de tomarle un “selfie” a la hermosa y cálida sonrisa de la mujer con la que tuvo una alianza matrimonial, prefirió agujerarla con plomo sin que sus gritos suplicantes implorando su piedad le despertaran siquiera una pizca de empatía.
Imagínese el lector el disruptivo quiebre emocional, desasosiego y sobresalto con que vivió un tiempo Anibel al ser perseguida y hostigada por un Yasmil que en vez de darle más caricias y más besos, optó por inferirle varias puñaladas. Y como para darle la razón a Freud, quien una vez dijera que el sujeto celoso tiene dolor de incompletud, dolor de castración, por lo que atrae a la mujer objeto de su amor hacia la llama que lo consume, el homicida Yasmil sació el deseo por ella que lo consumía, disparándole tres balas mortales.
¿Ocupa Yasmil algún asiento entre los psicópatas? Sí, uno VIP. Veamos. Los psicópatas se caracterizan por un trastorno emocional cuyas dos principales características son: conducta antisocial y ausencia del sentimiento de compasión. Son capaces de cometer crímenes repugnantes sin sentir el menor remordimiento. Los psicópatas hacen su mayor esfuerzo para hacerse pasar como personas mentalmente sanas, incluso parecen encantadores y seductores, y hasta solidarios. La mayoría no son brutos y por eso planifican sus crímenes brutales. Toman la vida de un inocente o de varios incluyendo las vidas de seres amados y la de él mismo, sin embargo, moralmente no se reprocha.
En el 2011, el neurocientífico Kent Kiehl, de la universidad de Nuevo México, USA, hizo estudios de resonancia magnética nuclear funcional a 40 psicópatas condenados a prisión perpetua. Halló que en las zonas mesolimbica, amígdala cerebral (lugar donde se regulan nuestras emociones) e hipocampo de aquellos criminales, esos circuitos neuronales tenían menos actividad cuando se dedicaban a procesar emociones y la toma de decisiones.
¿Qué pudo haber pasado con la libertad con que actuó Yasmil y la actitud de los fiscales de San Pedro? ¿Tenía el asesino de Anibel un diagnóstico psiquiátrico establecido y conocido por el sistema judicial? Si era un maníaco, como han especulado, es decir, que sufriera una condición maniaco-depresiva o bipolaridad, dado que el maniaco es de conducta expansiva, que habla de acciones extraordinarias que debe llevar a cabo, como que dará al presidente Medina la clave para acabar con los feminicidios, se irrita fácilmente, interpreta mal todo lo que oye, tiene obsesiones y delirios, pues durante su fase maníaca, asesinar a alguien le resultaría “pan comido”. Si Yasmil tenía un trastorno de personalidad limite, pues seguro que era de temperamento volátil y también psíquicamente inestable. Entre nosotros es excepcional que abogados, jueces y policías, se interesen en saber cuál es la salud mental de acusados y sospechosos.
Es frecuente que personas bipolares tengan por añadidura trastorno de personalidad limite. Cuando esa combinación ocurre, esos individuos son bombas explosivas andantes sin botón de seguridad. Pero todo lo que estoy diciendo es solo suposición, pues nadie competente ha dicho que Yasmil fuera maniaco o tuviera una personalidad limite. Sépase que un bipolar puede entrar en fase maniaca súbitamente si sufre una pérdida mayor como sería “el gran amor de su vida”, un divorcio, muerte de un hijo, la madre o la quiebra de una empresa, entonces cometen asesinatos espantosos.
Que yo sepa, la Procuraduría General no dispone de psiquiatras y psicólogos forenses en todos los distritos judiciales del país que evalúen periódicamente el estado de salud mental de homicidas internos o sueltos condicionados. Si es así, los fiscales de San Pedro no podían anticipar la conducta homicida de Yasmil. Aunque claro, con el antecedente de intento de homicidio que lo llevó a prisión, pues debió tomarse la precaución de evaluar su salud mental y ante cualquier síntoma sospechoso de patología psíquica, actuar rápidamente. ¿Cómo obtuvo el arma? ¿Se la prestaron o la tomó en alquiler? Aquí las armas de fuego se prestan y se alquilan, por si el compañero Monchy no lo sabía.
La Procuraduría General, fiscales y jueces han debido de estar pendientes del tipo de tragedia provocada por Yasmil, al considerar como lección el famoso caso de Prosenjit Poddar y Tatiana Tarasoff ocurrido en California en 1968. Fue el caso de asesinato que dio origen a la introducción en el Código Penal estadounidense, la llamada “Decisión Tarasoff”.
Poddar, de origen indio, cursaba estudios de posgrado en la universidad de Berkeley; allí se enamoró de Tatiana Tarasoff. Ella, aunque un día le dio un besito, le dejó claro que no pasaría de ahí. Luego Poddar, empezó a presentar síntomas delirantes y fue al psiquiatra de la universidad. Le diagnosticaron esquizofrenia paranoide. El psiquiatra avisó a la seguridad de Berkeley. Se le dio tratamiento y mejoró, pero al poco tiempo los delirios y la paranoia recurrieron.
Como el paciente no le pareció potencialmente peligroso a nadie ya que era encantador, educado y manso, pues Poddar fue un día a visitar a Tatiana y sin más la acuchilló hasta matarla. El psiquiatra perdió su puesto, porque según dijo la Suprema Corte, debió avisarle a Tatiana que su vida corría peligro ya que su enamorado deliraba sobre su belleza y cómo sería su vida sin ella. A partir de ahí, los psiquiatras estadounidenses no solo deben informar al sistema judicial sobre la patología mental de un reo o sospechoso, sino que también que debe poner sobre aviso a la persona que el acusado menciona en sus delirios durante la consulta terapéutica.
Para evitar otro asesinato como el de Anibel, nuestro sistema de Justicia tendrá que dotar a todos los distritos judiciales del país de expertos en psicopatología criminal y también explorar la posibilidad de poner en práctica algo parecido a la “Decisión Tarasoff”.
Por Dr. Pedro Mendoza
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