Imagínate si China hubiera encarcelado a más de un millón de cristianos. O si India hubiera declarado que aceptaría a todos los refugiados excepto a los cristianos. El Occidente estaría en un estado de frenesí. Dado que los objetos de discriminación de tanto China como India son musulmanes, su causa tiene poca importancia. Tanto el presidente estadounidense, Donald Trump, como el primer ministro británico, Boris Johnson, afirman que son defensores de los cristianos oprimidos. Al minimizar las violaciones a gran escala en contra de los musulmanes, ellos ponen en peligro lo que queda de la credibilidad de los derechos humanos del Occidente. Tal pasividad refuerza el cambio global hacia el nacionalismo religioso que comenzó en el mundo musulmán.
El próximo año pondrá a prueba si estos dobles raseros permanecerán. Debido a que hay más resentimientos en contra de los musulmanes, en comparación con otras minorías, su situación pone a prueba si la democracia liberal significa lo que dice significar. Existen dos razones por las que los musulmanes ocupan un lugar más bajo en el tótem global que otros grupos. La primera es la política. Las encuestas de opinión en todo el Occidente –y fuera de sus confines– muestran a los musulmanes como la minoría en la que menos se confía. Se piensa que ellos se integran menos adecuadamente y que apoyan más al terrorismo. La gente cree que la tasa de reproducción musulmana es más alta que la de otros grupos. Casi una cuarta parte de la población mundial –aproximadamente 1.8 mil millones de personas– es musulmana.
La segunda razón es cuán mal la mayoría del mundo musulmán trata a sus minorías. Ya sean los cristianos coptos en Egipto, los chiitas en Arabia Saudita o los sunitas en Irán, los países de mayoría musulmana se encuentran entre los peores lugares para ser parte de una minoría. Y ni se te ocurra ser judío en un país árabe. Si se combinan estos dos estereotipos se acaba teniendo un mundo que es, en gran medida, insensible ante el destino de los musulmanes en lugares donde ellos representan una minoría. En pocas palabras, la opinión popular les está diciendo que ‘prueben una muestra de su propia medicina’. El hecho de que los países musulmanes, particularmente en el mundo árabe, escasamente hayan dicho algo en contra de la difícil situación de los uigures en la región china de Xinjiang, o protestado en contra de las reformas hacia el nacionalismo hindú de India, sólo enfatiza la soledad de las minorías musulmanas; incluso otros musulmanes de alrededor del mundo muestran indiferencia.
Tanto el Sr. Trump como el Sr. Johnson, entre otros líderes occidentales, han contribuido enormemente en promover tales caricaturas. Pero hay otra forma de verlo. Los tres países más grandes del mundo por población — China, India y EEUU — actualmente son, en diversos grados, hostiles a los musulmanes. En cada caso, los musulmanes ahora están a la vanguardia de las luchas por los derechos civiles. Sus posibilidades parecen más desesperadas en China, el cual está cerrando mezquitas, prohibiendo los atuendos musulmanes y forzando un cambio de uigur a chino. Algunos lo llaman “genocidio cultural”. La mayoría de los uigures exiliados no protestarán usando su nombre por temor a poner en peligro a sus familiares en China. Su destino representa un barómetro de hasta qué punto el presidente chino Xi Jinping está preparado para devolver a China al totalitarismo.
Como la democracia más grande del mundo, India ofrece un mayor margen para que los musulmanes se resistan. Pero es una batalla perdida. El primer ministro de India, Narendra Modi, quiere convertir al país en una nación hindú que eleve a los ciudadanos cuya fe se ha originado dentro del país –a los hindúes, a los sijes y a los budistas– como los únicos indios verdaderos. Aquellos que recurren a La Meca o a Roma para recibir guía espiritual son considerados de segunda clase. El Sr. Modi incluyó a los cristianos entre los refugiados que India aceptaría bajo la reciente Ley de Enmienda de Ciudadanía. Su exclusión habría provocado una protesta occidental. Pero a él no le interesa el destino de los rohinyá de Myanmar (Birmania), los cuales son las mayores víctimas de limpieza étnica de los últimos años. Vale la pena destacar que son los musulmanes quienes están liderando la lucha para detener el deslizamiento de India hacia la democracia iliberal.
El Sr. Trump no es más fanático del pluralismo que el Sr. Modi o que el Sr. Xi. Pero las ‘protecciones’ estadounidenses son mucho más robustas. Durante el primer año del Sr. Trump, los tribunales estadounidenses le impidieron imponer una prohibición de visas para aquellos provenientes de países musulmanes. Él también descartó los planes de establecer una base de datos de musulmanes estadounidenses. Pero él lanzó su carrera política con la falsa afirmación de que “Barack Hussein Obama” era un musulmán nacido en el extranjero. Y ha reducido la admisión estadounidense de refugiados a un mínimo histórico.
EEUU ya no se presenta como un ejemplo. Según Arab Barometer, en el mundo musulmán ha habido un aumento en el sentimiento prosecular –y una caída en el apoyo al islamismo– durante el año pasado. Sería una cruel ironía si un mundo que parece estar yendo en la dirección opuesta extinguiera las esperanzas en las calles árabes y en las de otros países.
Por Edward Luce
El próximo año pondrá a prueba si estos dobles raseros permanecerán. Debido a que hay más resentimientos en contra de los musulmanes, en comparación con otras minorías, su situación pone a prueba si la democracia liberal significa lo que dice significar. Existen dos razones por las que los musulmanes ocupan un lugar más bajo en el tótem global que otros grupos. La primera es la política. Las encuestas de opinión en todo el Occidente –y fuera de sus confines– muestran a los musulmanes como la minoría en la que menos se confía. Se piensa que ellos se integran menos adecuadamente y que apoyan más al terrorismo. La gente cree que la tasa de reproducción musulmana es más alta que la de otros grupos. Casi una cuarta parte de la población mundial –aproximadamente 1.8 mil millones de personas– es musulmana.
La segunda razón es cuán mal la mayoría del mundo musulmán trata a sus minorías. Ya sean los cristianos coptos en Egipto, los chiitas en Arabia Saudita o los sunitas en Irán, los países de mayoría musulmana se encuentran entre los peores lugares para ser parte de una minoría. Y ni se te ocurra ser judío en un país árabe. Si se combinan estos dos estereotipos se acaba teniendo un mundo que es, en gran medida, insensible ante el destino de los musulmanes en lugares donde ellos representan una minoría. En pocas palabras, la opinión popular les está diciendo que ‘prueben una muestra de su propia medicina’. El hecho de que los países musulmanes, particularmente en el mundo árabe, escasamente hayan dicho algo en contra de la difícil situación de los uigures en la región china de Xinjiang, o protestado en contra de las reformas hacia el nacionalismo hindú de India, sólo enfatiza la soledad de las minorías musulmanas; incluso otros musulmanes de alrededor del mundo muestran indiferencia.
Tanto el Sr. Trump como el Sr. Johnson, entre otros líderes occidentales, han contribuido enormemente en promover tales caricaturas. Pero hay otra forma de verlo. Los tres países más grandes del mundo por población — China, India y EEUU — actualmente son, en diversos grados, hostiles a los musulmanes. En cada caso, los musulmanes ahora están a la vanguardia de las luchas por los derechos civiles. Sus posibilidades parecen más desesperadas en China, el cual está cerrando mezquitas, prohibiendo los atuendos musulmanes y forzando un cambio de uigur a chino. Algunos lo llaman “genocidio cultural”. La mayoría de los uigures exiliados no protestarán usando su nombre por temor a poner en peligro a sus familiares en China. Su destino representa un barómetro de hasta qué punto el presidente chino Xi Jinping está preparado para devolver a China al totalitarismo.
Como la democracia más grande del mundo, India ofrece un mayor margen para que los musulmanes se resistan. Pero es una batalla perdida. El primer ministro de India, Narendra Modi, quiere convertir al país en una nación hindú que eleve a los ciudadanos cuya fe se ha originado dentro del país –a los hindúes, a los sijes y a los budistas– como los únicos indios verdaderos. Aquellos que recurren a La Meca o a Roma para recibir guía espiritual son considerados de segunda clase. El Sr. Modi incluyó a los cristianos entre los refugiados que India aceptaría bajo la reciente Ley de Enmienda de Ciudadanía. Su exclusión habría provocado una protesta occidental. Pero a él no le interesa el destino de los rohinyá de Myanmar (Birmania), los cuales son las mayores víctimas de limpieza étnica de los últimos años. Vale la pena destacar que son los musulmanes quienes están liderando la lucha para detener el deslizamiento de India hacia la democracia iliberal.
El Sr. Trump no es más fanático del pluralismo que el Sr. Modi o que el Sr. Xi. Pero las ‘protecciones’ estadounidenses son mucho más robustas. Durante el primer año del Sr. Trump, los tribunales estadounidenses le impidieron imponer una prohibición de visas para aquellos provenientes de países musulmanes. Él también descartó los planes de establecer una base de datos de musulmanes estadounidenses. Pero él lanzó su carrera política con la falsa afirmación de que “Barack Hussein Obama” era un musulmán nacido en el extranjero. Y ha reducido la admisión estadounidense de refugiados a un mínimo histórico.
EEUU ya no se presenta como un ejemplo. Según Arab Barometer, en el mundo musulmán ha habido un aumento en el sentimiento prosecular –y una caída en el apoyo al islamismo– durante el año pasado. Sería una cruel ironía si un mundo que parece estar yendo en la dirección opuesta extinguiera las esperanzas en las calles árabes y en las de otros países.
Por Edward Luce
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