Fueron muertes accidentales, por supuesto, no el resultado de designios mobiliarios supernaturales malignos, como se ven en algunos filmes de terror. Ocurrieron al caer el mueble sobre los niños, y quedar éstos aplastados debajo. Inicialmente, después de las dos primeras muertes, la empresa recomendó atornillar los gaveteros a la pared, pero hace algo más de tres años, al suceder la tercera, decidió retirarlos y en junio del 2016 urgió a quienes los habían adquirido en los EEUU a retornarlos a las tiendas, el mayor retiro de un producto en la historia de la compañía. No obstante, aunque millones de unidades fueron retornadas, muchos propietarios no los devolvieron, razón por la que la empresa reiteró en noviembre del 2017 el llamado en los EEUU y Canadá.
A lo largo del proceso, IKEA colaboró con las autoridades, tomó medidas correctivas y mostró disposición de llegar a acuerdos con las familias involucradas. Aunque las muertes son realmente invalorables, IKEA acordó en diciembre del 2016 una indemnización conjunta de 50 millones de dólares con los padres de los tres primeros niños fallecidos. La del cuarto, acordada este mes con los padres del niño Dudek fallecido en mayo del 2017, fue de 46 millones de dólares, la más grande de ese tipo por la muerte de un niño en la historia estadounidense. De los 46 millones, los padres dijeron que donarán uno a grupos que combaten productos inseguros. No han dicho qué harán con el resto del dinero.
Por Gustavo Volmar
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