Fotografía de pintura al óleo de Pedro Santana, obra del pintor español José María Vela Zanetti. Colección del doctor Rafael Augusto Sánchez, hijo. |
La iniciativa no resultó aprobada y el proyecto fue colocado en agenda para las sesiones de mayo de 2019. De acuerdo con registros consultados en la Web del Senado, la propuesta perimió y no ha sido sometida nuevamente. Diversos sectores esperan que se apruebe y realice el traslado.
Vida y obra
Pedro Santana nació en 1801, en el seno de una familia perteneciente a los altos sectores de propietarios de ganado y corte de madera.
Para la época de su nacimiento, las tropas haitianas dirigidas por Toussaint Louverture comenzaban la ocupación de Santo Domingo según lo pactado en el Tratado de Basilea de 1795, lo que llevó a su padre, el capitán Pedro Santana, a trasladar su familia desde Hincha hacia varias localidades, hasta radicarse en El Seibo.
A causa de ese proceso, el estado económico de los Santana se deterioró. Años después, a la muerte del padre, Santana y su gemelo Ramón heredaron sus bienes y casaron con mujeres propietarias de ricas propiedades, que los convirtieron en personas influyentes en la Región Este.
En 1802, las tropas francesas ocuparon Santo Domingo, aunque nunca lograron consolidar un gobierno porque la mayoría de la burguesía, junto a la iglesia, comerciantes y pequeños propietarios, maniobraba para devolver la colonia a España.
En 1808 comenzaron las luchas por la Reconquista, en las que participó el padre de Santana. En la batalla de Palo Hincado se destacó por haber cortado la cabeza del gobernador francés Louis Ferrand después que se suicidó.
Como indica Juan Daniel Balcácer en su obra, Pedro Santana: historia política de un déspota, «puede uno imaginarse la impresión recibida por él al enterarse del triunfo de Sánchez Ramírez, con quien su padre había cooperado; además de la hazaña de su progenitor».
Tenía siete años cuando sucedieron estos acontecimientos, que debieron incidir en su preparación para las tareas que luego desempeñó como hatero, militar y gobernante.
Ejerció tres periodos como presidente y luego como gobernador de la provincia de Santo Domingo bajo protección de España, resultado de la Anexión que negoció, y que le ganó la denominación de «traidor».
La espada y el carácter
Al ponderar las acciones de Santana durante el periodo conocido como Primera República (1844-1861), los historiadores le han asignado diversos calificativos, como «cuarto Padre de la Patria», «autócrata», «primer caudillo», «déspota», «tirano», «anexionista», «Chacal de Hincha», entre otros, que denotan las diversas coyunturas en las cuales actuó en defensa de la separación de Haití pero a favor del retorno al colonialismo bajo protección de Francia o España.
Controversia por su persona
Desde finales del siglo XIX, destacados intelectuales manifestaron sus consideraciones sobre Santana como militar y político. Entre los primeros se destacan Manuel de Jesús Galván y José Gabriel García.
El 16 de marzo de 1889, Galván publicó en el periódico El Eco de la Opinión, el artículo «Nuestra Independencia y sus prohombres», donde reconocía la heroicidad del general Santana en la batalla del 19 de marzo, mientras omitía otros personajes que también lucharon para defender la Patria.
El 24 del mismo mes y año, García lo refutó en el periódico El Teléfono y cuestionó que Galván asignara toda la gloria de la Independencia a Santana, dejando a Duarte sin el reconocimiento que le correspondía como iniciador y propagador de la idea separatista, así como a Sánchez, Imbert, Salcedo, Puello, Duvergé y otros que encabezaron las luchas donde se consolidó la independencia.
El panteón o El Seibo
La mayoría de intelectuales dominicanos del siglo XX rechazan considerar a Santana un patriota, y opinan a favor de que los restos sean llevados a El Seibo. Reconocen que el caudillo encabezó episodios de gloria al frente de batallas que consolidaron la independencia, pero coinciden en que estos fueron superados por los crímenes cometidos durante las dos décadas posteriores a 1844, entre los cuales se cuenta el fusilamiento o destierro de hombres y mujeres que se sacrificaron por la naciente república.
Pero como suele acontecer, el sepulcro también acoge el poder que en vida se detentó. Y los restos de Santana no han visto cumplirse la voluntad expresa del Tirano, quien determinó en la primera cláusula de su testamento otorgado en El Seibo el 18 de diciembre de 1852: «es mi voluntad que mi entierro sea hecho humildemente y sin ninguna pompa: y si falleciere en esta ciudad, recomiendo a mi familia y albaceas que adelante nombraré, de hacer las diligencias posibles para que mi cadáver sea sepultado en el mismo lugar en donde se hallan depositados los restos de mi legítimo hermano Ramón Santana”.
De acuerdo con Don Vetilio Alfau Durán en el artículo El padre Billini y la anexión a España, publicado en el Listín Diario, es tradición que Ramón Santana falleció en Santo Domingo y fue sepultado el 16 de julio de 1844 en la bóveda de los Dominicos de la Catedral Metropolitana.
Sus restos fueron trasladados por su esposa Froilana Febles a la iglesia parroquial de Santa Cruz de El Seibo.
Por ende, no debería existir inconveniente en respetar la voluntad de Santana y trasladar sus restos a El Seibo. Con ello se daría cumplimiento a su testamento, cuyo original se conserva en el Archivo General de la Nación, disponible en su plataforma digital.
La voluntad
La única forma en que la voluntad sobrevive a la muerte física es a partir del testamento. Y es posible verificar hoy día que el deseo de Pedro Santana era el de un entierro junto a su hermano Ramón.
Por JOSÉ VÍLCHEZ
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