La creadora de casi incontables historias con la que busca encantar, educar y entretener, cree que en estos tiempos hay que trabajar con el público infantil para sembrarle el gusto por conocer más y hacer fervorosos lectores.
“Motivar al infante en la lectura es un regalo incalculable que le hacemos los adultos, pues es abrirle la puerta de la inmensidad”, expresa al responder varias preguntas de Diario Libre, con su particular donosura.
Con tantos menores educándose a distancia, ¿cómo podría ayudarles la literatura infantil y beneficiarse la coyuntura impuesta por la pandemia?
Como sabemos, este momento que nos ha tocado vivir, la pandemia, es pasajero, aunque representa un gran reto para nuestros jóvenes y también para el profesorado, porque la gran mayoría no está preparado ni equipado para la educación no presencial.
Desde hace tiempo en otros países la educación por internet es lo cotidiano; nosotros, en cambio, a causa del COVID-19, nos hemos vistos compelidos a acatarla, y estamos comenzando a experimentar con su uso, lo que se ha convertido en un verdadero reto (¡Dios nos ampare y que los resultados sean positivos!).
Aunque varios colegios en el país la vienen aplicando desde hace un tiempo, la gran mayoría, sobre todo las escuelas públicas, ni se lo planteaban. Como país todavía no estábamos preparados para asumir este reto de manera generalizada. Tenemos muchas precariedades en todos los aspectos, ya sea en la conectividad o en la falta del material receptor. Pero para mí la peor carencia en nuestro país no es que la de la educación sea presencial o no: es la educación per se.
Esta situación, en la que el mundo está envuelto, a los países tercermundista los va a afectar de alguna manera, y temo que no sea muy positiva.
En cuanto a nosotros, estamos plagados de serias deficiencias que vienen de muy atrás. Años de falta de atención responsable por parte de los gobiernos, lo que ha llevado al país a un lugar penoso, en comparación con casi todos los demás, de acuerdo al informe Pisa. Hay lagunas muy profundas en la educación que hay que luchar por eliminar, y esperemos que el momento que estamos viviendo no las agrave. Y si queremos superar ese flagelo, tenemos que comenzar de inmediato. Esperemos que cada alumno, profesor y tutor hagan un verdadero esfuerzo para salir airosos de esta prueba.
En cuanto a la literatura infantil, esta es fundamental. Un buen libro, ameno e instructivo, despierta el interés del pequeño lector; lo motiva e impulsa a seguir leyendo, y esa pasión quedará como impronta tatuada en sus gustos.
Incentivar su curiosidad innata es vital; hay que sembrarle el gusto por conocer más, hurgar, husmear entre las páginas, para hacer de él o ella un fervoroso lector. Motivar al infante en la lectura es un regalo incalculable que le hacemos los adultos, pues es abrirle la puerta de la inmensidad.
¿Cómo se ha desenvuelto su mundo creativo en estos tiempos de confinamiento?
Como vivo en la montaña, alejada del fragor de la ciudad, mi mundo apenas si se ha alterado. De mi entorno, el que considero privilegiado, brota a cada instante esa chispa inspiradora que necesito para escribir. Aquí habita la palabra aun no escrita, en espera de que la escuche y la plasme sobre el papel.
Siempre les contesto a los niños, cuando me preguntan de dónde sale mi inspiración, que brota de la montaña, porque la montaña, que comienza en mi patio, está repleta de graciosísimos duendes, y ellos también me susurran muchos cuentos... Y es cierto: aquí, por doquier, te asalta la belleza del arrebato, la gracia del verde, el trino a toda hora, el mar... y por las noches las bellísimas linternitas con alas llamadas cocuyos...
Es una autora muy prolífica en el campo de la literatura infantil. ¿Se pueden esperar nuevas obras suyas?
¡Claro que sí! Tengo muchos que ya están terminados, que solo aguardan, ansiosos, el momento de verse convertidos en libro.
Hasta hoy he publicado siete obras en literatura infantil y una novela juvenil.
En total, son 17 obras incluyendo las demás.
Las infantiles son: “Nube de caramelo”, “Ya sé quién es Dios”, “Now I know who God is”, “Las maripositas Mirabal”, “El caballito Luperón”, “Agüita”, “Átomo, el primer pueblito” y “Las galleticas mágicas de la abuela”.
La literatura juvenil, de ciencia he publicado “Paradoja y la puerta sagrada del agua”.
Y sumemos las siguientes obras para adultos: “Romance con la muerte” (poesía), “Aún no sé qué nombre ponerle” (narrativa), “El libro de Alamín-Antología del placer” (gastronomía y poesía), “El rosa de la rosa” (haiku), “Desencuentro” (libro artesanal escrito por mí y pintado por Jorge Severino, quien solo hizo cinco ejemplares), “Antonio, la estrella que amamos” (cuento mitológico), “El enigma de los pergaminos” (novela, crítica a la iglesia católica, donde la mujer se muestra como es: la otra mitad del Universo), “Luna, antología del placer II” (cocina y poesía) y “La creación” (prosa poética. Libro artesanal).
¿Qué enciende su chispa creativa?
¡Ahhh...! Eso es un misterio... Ni yo misma puedo explicar... Como siempre he creído que el cerebro es el verdadero Universo; como creo firmemente que ahí existe todo; que ahí habita todo, solo tengo que esperar, dejarme llevar por el silencio y adentrarme en ese espacio que habita dentro de mí, sin límite ni tiempo. Entonces me entrego al momento y..., al menor descuido, ¡zas!, me invade esa sensación de burbujas en el estómago, como si estuviera enamorada... Una sensación fascinante que me saca del tiempo, me catapulta a lugares desconocidos...
No...no te puedo explicar qué siento en verdad; es imposible de describir... Ningún alfabeto posee las letras para ensamblar las palabras que lo definan.
¿Puede evocar el momento en que supo que escribiría para los niños?
Ya esto es más complicado. Pero sí, sé cómo sucedió.
Un día me detuve en mí misma y de pronto no le encontré sentido a la vida, pues la veía monótona, repetitiva... De pronto, como de la nada, surgió la idea de aportar, compartir conocimientos, darle al futuro (que son los niños) lo poco o mucho que sé; eso sí, de manera amena, saltarina, con palabras llenas de risa, colores, música y camaradería... Transmitirles valores, amor por la naturaleza; que se sientan ser parte intrínseca del medio ambiente, para que en verdad lo amen... Amor por todo y por todos.
Con su obra “Ya sé quién es Dios”, ¿qué quiso transmitirles a sus lectores?
Esto es menos complejo de explicar. Soy nieta de una judía, un católico y dos calvinistas ...Como ves, haber sido criada por una mezcla de creencias distintas (mentira, todas son iguales) además, por elección, soy yoga desde los 16 años... (Un melange de lo mismo: El mismo principio, la misma esencia, solo con diferentes nombres...). Entonces, en mi ruta hacia mí misma, a lo largo de mis años vi que, ¡Eureka!, el fondo de todo es la misma Luz y el mismo Amor. Saqué mis conclusiones y estas hicieron que surgiera en mí la idea de transmitirle al niño lo que había descubierto: Todo y todos somos y seremos creados por la misma Luz, por el mismo Amor, y ese es justo nuestro fin: ¡Amar!
De ahí surgió ese cuentecito que ha tenido una calurosa acogida en personas de todas las edades. Por cierto, ahora estoy haciendo una edición de lujo para Navidad.
¿Qué tiempo le toma escribir un libro de cuentos o novela infantil? Hable un poco de su proceso creativo.
Algunos han durado años, muchos años: los comienzo, se escapa la idea y los guardo...Luego un día, y sin pensarlo, llega su completud, y con una fuerza poderosísima por sí mismo se termina. Yo solo soy quien los escribe. Es como si me los dictaran. Otros salen muy rápido; tienen tanto deseo de hacerse realidad que me siento y de una buena vez los escribo. (La inspiración debe de ser femenina, pues es caprichosa).
Cuando escribe, ¿debe sacar a su niña interior o solo visualizar a sus eventuales lectores?
Para llegar a la adultez primero hemos tenido que ser niños; por lo tanto, ese personaje de bolsillos repletos de semillitas, piedrecitas, pionías y risa está ahí latente en todo mi pasado. La niñez, ese tránsito común, habita en cada uno de nosotros, suelto y sin cerrojos, y ese personaje curioso e indomable siempre vivirá dentro de cada ser. Solo tenemos que mirar en retrospectiva y dejar volar los recuerdos, y estos se recrearán sin pudor en un instante y se harán presentes llenos de felicidad.
Cuando quiero escribir para esa edad, solo tengo que remontarme a esos días donde la lluvia y el sol eran sinónimo de aventura. Donde el palo de escoba era un corcel, las estrellas cabían en una fundita y la luna tenía una propietaria: ¡Yo!
¿Cómo se logra cautivar a un niño con la narrativa? ¿Cuáles ingredientes deben aderezar las historias?
¡Magia! Único ingrediente: Magia.
Y te pregunto: ¿Acaso la vida no es un acto de magia? Entonces vamos a recrearla para ellos, vamos a hacérsela palpable, leíble.
¿Cómo se le ocurrió mezclar historia y narrativa infantil?
Al recordar la nada agradable manera en cómo estaban escritos los libros de historia de mi niñez (aburridísimos, muy pesados), decidí hacer la historia más amena, más para esa edad. Recordaba que me daba sueño, aparte de que no entendía lo leído y era abrumador. Tantos hechos pasados: batallas, escaramuzas, guerras, y tantas fechas que en mi mente de niña no podía retener y el resultado era olvidarlo todo. Entonces, me dije: vamos a darle vida a los personajes, y fue cuando me puse el traje de Luperón, me subí a su caballo y juntos peleamos sus batallas. ¡Cómo disfrute sus hazañas...!
Lo mismo hice con las heroínas Mirabal. Con ellas viví sus circunstancias, volé en su jardín... Claro, al narrar sabía que tenía que preservar la historia, pero también sabía que debía proteger la candidez del público al que iba dirigido. No podía darle, con mi pluma, una carga de cruda realidad. Y fue entonces cuando transmuté a las mariposas... las hice vivir su verdadera crisálida...
Porque, eso sí, me adentro en los personajes de tal manera que siento que son ellos mismos quienes me dictan las palabras que debo escribir.
¿Le leyeron muchos cuentos en la infancia? ¿Qué recuerda de esa etapa?
Sí. Más que nada los leía yo. Nunca he sido buena escuchando, pues me distraigo y cualquier palabra me saca del momento y me hace crear mi propio cuento. Por lo tanto, cuando cualquiera de mis padres me leía un cuento, ellos iban por un lado y yo por otro. Además, ya a los cuatro años de edad sabía leer.
Anécdota:
Mira cómo me aislaba cuando tenía un libro en las manos. Recuerdo una vez que estaba leyendo un cuento y mi madre se paró frente a mí con una cartulina en la mano donde había escrito: “¿Puedo hablar?” Cuando levanté la vista... ¡Qué risa!... Yo apenas tenía siete años.
¿Cuáles fueron sus autores preferidos en la niñez?
Julio Verne y muchísimos otros. Siempre lo que leía era para una edad más avanzadas, pues me aburrían los que estaban destinados para mis años. Ya a los 11 años me había hecho socia en un club de lectores de España. Recibía un catálogo cada tres meses y escogía los libros que quería leer. Mi padre los compraba y al poco tiempo los recibía por correo. Mi padre me tenía un límite: 12 libros cada vez. Hace años que me pregunto qué habré entendido al leer a Goebbler, “Las mil y una noches”, “Sinuhé el egipcio”, “Ana Karenina”... Aun los conservo con fecha y todo y una caligrafía infantil en las anotaciones...
¿Podría contarnos sobre sus próximos desafíos literarios?
Tengo varios cuentos esperando su momento. Uno sobre la protección de las aves endémicas; otro sobre el medio ambiente; otro sobre cómo llegaron las hormigas a habitar el planeta; otro sobre la historia de las ballenas jorobadas que nacen en nuestras aguas de Puerto Plata; otro sobre Anacaona; otro sobre Kronos...¡Y unos cuantos más!
También en proceso tengo la segunda parte de la novela juvenil de ciencias. La primera, “Paradoja y la puerta sagrada del agua”, aunque apenas se puso en circulación al inicio de esta hecatombe mundial, ha tenido una excelente acogida.
¿Algunas buenas razones para fomentar la lectura?
¡Claro! A través de la lectura se adquiere conocimiento, lo que a su vez es libertad. Leer ensancha los horizontes, nos hace conocer innumerables universos cerebrales (quizás ahí radica lo de los multiversos), nos muda el límite, lo hace menos opresivo. Leer es algo así como sumergirse en una aventura, tanto de conocimiento como de placer. Nos hace contemplar y vivir otra cosmovisión.
Sin libros el mundo sería inexistente.
Por Emilia Pereyra
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