Cuando Mon y Jacobito de Lara mataron a Lilís, aquel 26 de julio de 1899, también se produjo un vacío generador de un período de inestabilidad al que puso freno, por unos 6 años, el ascenso de Mon Cáceres al gobierno en 1905.
Otro tanto ocurrió cuando mataron al general Rafael Leónidas Trujillo, 49 años y seis meses después del magnicidio de Güibia.
El vacío generado en el 61 vio el intento de varias personalidades, entre ellos el hijo de Trujillo, Ramfis, desautorizado por su propio padre, de acuerdo con Mario Reid Vittini, quien cuenta en el libro “Trujillo de Cerca” un raro desencuentro con ocasión de un cumpleaños en junio de 1957, en San Cristóbal, donde habló de su infelicidad por la ineptitud que veía en su hijo para los asuntos de Estado.
También Joaquín Balaguer, presidente nominal, maniobró para quedarse, y el poder de facto lo intentó a través del Consejo de Estado, que organizó unas elecciones que no satisficieron sus aspiraciones.
De todos, el intento de mayor calado fue el gobierno de Donald Read, echado abajo un año y siete meses después del golpe de Estado del 63 utilizado para encumbrarlo.
La efervescencia y los pujos de clases, sectores de clases y personalidades por el poder fueron liquidados por el gobierno de los 12 años, una administración encabezada por Balaguer, quien tras el magnicidio había tratado, sin conseguirlo, de acomodarse a la nueva atmósfera; ignoraba que era un burócrata que se había quedado sin patrocinador.
El patrocinio le llegó en el 66, envenenado, unos 5 años después de su caída, encarnado en el gobierno de los Estados Unidos, que lo sostuvo sobre una estructura militar a la que el gobernante se empeñó en imprimirle una fachada civil que, de todos modos, terminó ensangrentando su gobierno.
Un tiro en Palacio
Antonio Guzmán ha sido el tercer presidente que muere violentamente en nuestra historia republicana. Pero a Guzmán no lo mataron, él mismo se mató la noche del 4 de julio del año 82, cuando le quedaban 43 días para el término de su mandato.
Contrario a lo sucedido tras la muerte de Lilís, Mon y Trujillo, el suicidio de Guzmán no hundió al pueblo dominicano en el vacío que había sido la nota clave en las tres muertes precedentes, ¿por qué?
Cuando Guzmán se mató tampoco había un plan político para llenar el vacío. Había, esto sí, un presidente electo, Salvador Jorge Blanco, y unas condiciones sociales y políticas para que la Constitución, en su versión de 1966, se hiciera efectiva.
Si Lilís hubiera muerto de un infarto, caído de un caballo, alcanzado por un rayo o, como Guzmán, suicidado, igual su muerte hubiera generado un vacío profundo como para desestabilizar el orden, armado a la medida de su persona, que era, en definitiva, ley, batuta y constitución en una nación sin instituciones.
Lo dicho acerca de Lilís vale para Mon Cáceres, que impuso su personalidad a los caudillos que pugnaban por las parcelas en las que entonces estaba organizado el poder, y por el gobierno.
La previsión constitucional no fue efectiva en el caso de estos dos hombres, ¿por qué? No hubo un carácter capaz de imponerse en aquella etapa infantil de la sociedad ni un sector social con un programa, así fuera empírico, para realizar su destino y arrastrar con él al pueblo dominicano.
Cuando lo mataron, Trujillo ni siquiera era presidente, así que el gobierno debió de haber seguido funcionando, como pasó en Nicaragua cuando mataron a Anastasio Somoza García, sucedido por uno de sus hijos, que a su vez fue sucedido por su hermano. Pero durante los 31 años de la dictadura se generaron cambios sustanciales que Trujillo impidió que se concretaran en el plano social. Todo era canalizados para la glorificación de su persona.
El pueblo dominicano había consolidado una clase media consistente que a la caída de Trujillo se alió con lo que había sobrevivido de la oligarquía criolla acomodada al trujillato o que había medrado en áreas marginales bajo el control del gobierno.
Estas ambiciones, deseables allí donde hay instituciones, se desbocaron y convirtieron en tiempo de batallas el período 61-66. En los 31 años y en lo que ocurrió en estos 5 años se encuentra la clave de la composición social dominicana de hoy.
No pudo ser
A la muerte de Mon siguió también un período de 5 años en el que desfilaron los gobiernos de Eladio Victoria, arzobispo Nouel, José Bordas, Juan Isidro Jimenes y Francisco Henríquez.
A continuación se instaló por 8 años el US Marine Corps, que hizo tabla rasa de la soberanía y dejó instituciones.
Tumbar un gobierno, con golpe o descabezamiento, como muestra una mirada general sobre estos hechos, no conlleva la solución de lo que se quiere quitar si no existe una clase social con un programa político.
Hoy los partidos dominicanos han encontrado estabilidad en la instrumentación del Presupuesto General como combustible del desarrollo del poder de facto y fuente de ascenso y enriquecimiento de una clase media devenida en profesional de la política, carente de escrúpulos y con una ética particular.
Esta entente social le permitió a Balaguer una administración de 10 años sin patrocinio.
El 4 de julio de 1982— Majluta asume
Tras el suicidio del presidente Guzmán juró Majluta, vicepresidente, y el 16 de agosto de 1982 posesionaron a Salvador Jorge Blanco, electo en mayo. Los 12 años de Balaguer y los 8 del PRD cambiaron la base social del poder en Rep. Dom.
Tsunamis políticos
—1— Cuando Lilís
A la muerte de Lilís había un vicepresidente: Wenceslao Figuereo, que no pudo sostenerse en el poder.
—2— Mataron a Mon
La Constitución de 1908 no contenía la figura vicepresidencial. Fue escogido Eladio Victoria, que no se sostuvo.
—3— Y Trujillo
Cuando mataron a Trujillo Balaguer era presidente. Ramfis se puso las botas, pero huyó.
Por Miguel Febles
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