Ruinas de Engombe, 500 años después todavía impresionan

SANTO DOMINGO OESTE.-El olor a verde que caracteriza las zonas rurales es fácilmente distinguible en las Ruinas de Engombe sin que eso signifique largas horas de camino hacia el interior del país.

Están ubicadas a exactos 500 metros del peaje de la autopista 6 de Noviembre en dirección hacia la provincia San Cristóbal, siendo limitadas por las aguas del río Haina.

Sesiones fotográficas, actividades familiares, religiosas y recreativas suelen desarrollarse en su entorno compuesto por las ruinas remozadas del ingenio Santa Ana, una capilla que en la actualidad se renta para actividades cristianas, un almacén y el molino o trapiche.

Las estructuras fueron edificadas en el siglo XVI por Pedro Vásquez de Mella, pasando posteriormente en 1786 a la familia Dávila, una de cuyas regentes era Josefa Coca Hilandeche.

En 1963, la finca de Engombe, que a la sazón era propiedad de Negro Trujillo, pasó a manos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, entidad que encomendó al ingeniero José Ramón Báez López-Penha la restauración del destruido lugar.

En 1993 el entonces presidente de La República, Joaquín Balaguer, declaró el área como protegida y posteriormente, en 2002, el presidente Hipólito Mejía acogió bajo el mismo concepto todo el entorno del denominado cinturón verde, asignándole por nombre: Parque Mirador del Oeste que es como oficialmente se le llama.

Algunas utilidades

La capilla Santa Ana es un lugar ideal para las actividades propias de una iglesia: bodas, bautismos y misas.

Un flamboyán centenario se levanta justo en la entrada. La casa de dos pisos que se presume era utilizada por el dueño de la propiedad no pierde majestuosidad lo que garantiza fotografías con perfecto contraste entre la modernidad del visitante y la antiguedad de la estructura de piedra.

Los visitantes utilizan sus extensiones para actividades recreativas entre las que es frecuente observar la vitilla y el fútbol.

La zona próximo a la casa del guarda parques si bien no es muy frecuentada, algunos la utilizan para encuentros cristianos debido al favorecedor pasto que crece en su entorno.

No se paga la entrada, es fácil de llegar y hay abundante espacio para parquear los vehículos.

El lugar vigilado constantemente por militares además de los guarda parques que responden directamente al ministerio de Medio Ambiente.

A mejorar

El acceso al parque, la señalización en la entrada y una mayor vigilancia en las zonas interiores son algunos de los aspectos que deben mejorarse.

Por igual, parte de la extensión de las aguas del Río Haina podrían ser aprovechadas para el remo recreativo.

Por lo demás, sus humedales, bosques y hábitats especiales que sirven de refugio a las aves acuáticas migratorias y a otras especies de gran valor, constituyen una auténtica reserva natural que vale la pena visitar y disfrutar.


Por Anyelo Mercedes

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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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