La entonces ciudad la Ciudad Trujillo (hoy Santo Domingo de Guzmán) se preparaba para dormir cuando tronaron las descargas que cambiaron la historia de la República Dominicana, país sometido a la férrea voluntad del perínclito de San Cristóbal desde el 1930, cuando ascendió a la presidencia.
Según planteó el historiador Juan Daniel Balcácer, en su obra “Trujillo el tiranicidio de 1961”, el suceso “no fue fruto del azar ni de la improvisación”.
“Se trató, más bien, de una conspiración cuidadosamente organizada e integrada por personas no alineadas con organizaciones políticas adversas a la tiranía, a quienes les tomó casi tres años llevar a feliz término su proyecto tiranicida. Tampoco fue un complot carente de fines políticos concretos, como han sugerido ciertos autores”, escribió el autor.
La ejecución del complot estuvo a cargo de varios dominicanos, quienes encontraron respaldo y circunstancias favorables para concretar sus aspiraciones. El gobierno de los Estados Unidos entregó algunas armas a los conspiradores, pero no los apoyo por completo, según se ha documentado.
Balcácer recordó que “el gobierno de Ramfis Trujillo y Joaquín Balaguer, diestro en el manejo de la desinformación, se ocupó de denigrar a los integrantes del complot acusándolos de ambiciosos traidores y desleales al dictador Trujillo. “Esa campaña difamatoria rindió sus frutos y todavía es la época en que hay quienes descreen que los conjurados actuaron inspirados en ideales patrióticos”, agregó.
La escena del magnicidio
El atentado contra Trujillo ocurrió en la posteriormente denominada autopista 30 de Mayo, cuando el gobernante se dirigía a su hacienda ubicada en San Cristóbal, en compañía de Zacarías de la Cruz, capitán del Ejército y su chofer.
Antes, a las 8:00 p.m., Trujillo había visitado a su madre, Julia Molina, en su residencia de la avenida Máximo Gómez, esquina México, desde donde caminó en el malecón, acompañado por varios colaboradores: Miguel Ángel Báez Díaz, Arturo Espaillat, Rafael Paíno Pichardo, Johnny Abbes García, Luis Rafael Trujilllo (Nene), Augusto Peignand Cestero, el general José René Román Fernández (Pupo), jefe de las Fuerzas Armadas, y su edecán militar, el coronel Marcos Jorge Moreno. Al grupo se sumó Virgilio Álvarez Pina.
A las 8:25 p.m. los conjurados se hallaban en la autopista. Se distribuyeron en tres automóviles y se ocultaron para esperar la llegada de Trujillo. Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadhalá y Amado García Guerrero aguardaban en un carro Chevrolet frente al Coney Island de la Feria. Huáscar Tejera y Pedro Livio Cedeño estaban en el automóvil Oldsmobile y Roberto Pastoriza, en otro marca Mercury.
Todavía, a las 9:30 p.m., los conjurados esperaban el momento decisivo. Diez minutos más tarde, el jefe salió de la casa de su hija Angelita, abordó su Chevrolet Bel Aire y se enrumbó hacia San Cristóbal. En efecto, tomó la ruta esperada y por fin los complotados vieron cuando el auto cruzó frente al majestuoso Teatro Agua y Luz y lo atacaron.
Antonio de la Maza detonó el primer disparo a las 10:00 de la noche e impactó en el cuerpo del dictador. Amado García Guerrero hizo otras descargas.
“Los tiranicidas se enfrascan en un combate a tiros con Zacarías de la Cruz, que dura unos diez minutos”, contó Balcácer.
El general Arturo Espaillat, tras escuchar el tiroteo, se acercó a la escena, pero fue conminado por su esposa a retirarse y regresar a la ciudad. En el interregno, Huáscar Tejera y Pedro Livio Cedeño se sumaron al ataque al escuchar los primeros disparos.
A las 10:10 p.m., Trujillo había dejado el mundo de los vivos, a pesar de que él y su chofer repelieron el ataque.
El cadáver del dictador fue colocado por Pastoriza y De la Maza en el baúl del Chevrolet negro, y regresaron a la ciudad.
Difusión de la noticia
Pronto se supo la noticia, pues Espaillat se trasladó a la residencia del general Román Fernández y le informó que Trujillo había sido víctima de un atentado.
El chofer de Trujillo, herido, fue conducido al hospital militar Dr. Marión, cerca de la Universidad de Santo Domingo, donde fue intervenido quirúrgicamente.
Minutos después el jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), coronel Roberto Figueroa Carrión, fue informado de que algo grave le había sucedido a Trujillo y se comunicó con Johnny Abbes García, director de Radio Caribe y virtual jefe del SIM.
Con rapidez la familia del tirano supo lo acontecido y comenzó a esparcirse la noticia a través de rumores y llamadas. Una enorme tensión prevaleció en el ambiente capitalino y se fue extendiendo por el resto del país.
Después de acudir al hospital Dr. Marión, León Estévez, esposo de Angelita Trujillo, en compañía de su suegra María Martínez, se dirigió a San Cristóbal, para averiguar sobre el paradero de Trujillo.
De acuerdo con Balcácer, a las 11:20 de la histórica y tensa noche, el general Pupo Román, quien también estaba involucrado en el complot, se trasladó al campamento 18 de Diciembre de Villa Duarte, acompañado por el excoronel Juan Pérez Guillén, y convocó a una reunión al generalísimo Héctor B. Trujillo, a Johnny Abbes García y Joaquín Balaguer, con el fin de desarmarlos, lo cual no ocurrió, pues no se presentaron.
A la medianoche, el coronel León Estévez se comunicó telefónicamente con su cuñado Ramfis Trujillo, hijo del ultimado jefe, quien se hallaba en París, y le informó que algo grave había sucedido y debía regresar al país.
Ola represiva
El ajusticiamiento de Trujillo desencadenó una brutal ola de persecuciones, pues de inmediato los servicios represivos de la tiranía comenzaron a buscar a complotados, quienes fueron identificados rápidamente.
Luego de saquear la casa de la familia Díaz y Díaz, los agentes del SIM entraron a uno de los garajes y hallaron en el baúl del Chevrolet negro el cadáver de Trujillo, el cual fue llevado al Palacio Nacional, donde lo embalsamaron.
El 31 de mayo, antes de las cinco de la tarde, Radio Caribe, propiedad del Gobierno, divulgó oficialmente la noticia sobre el magnicidio.
Los conjurados
En la conspiración del 30 de mayo participaron más de 50 personas. Además de los miembros directos, hubo otros individuos, entre seguidores, familiares y amigos, enterados de la trama.
En el atentado participaron Antonio De la Maza, Juan Tomás Díaz, Antonio Imbert Barrera, Modesto Díaz, Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella Sadhalá, Roberto Pastoriza, Huáscar Tejeda y el teniente Amado García Guerrero, que formaba parte de la guardia presidencial.
También, Luis Amiama Tió, Luis Manuel (Tunti) Cáceres y el general Pupo Román, pero la noche del tiranicidio no estuvieron presentes.
En el lugar del atentado fueron heridos Pedro Livio Cedeño, Amado García Guerrero y Antonio Imbert Barrera, aunque solo necesitó asistencia médica Cedeño, el primer apresado de los conjurados, contra quienes se desató una bestial cacería que afectó a familiares y amigos.
Por Emilia Pereyra
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